6/12/13

Entrevista para la revista “OM Times”: El ser humano interdimensional, inmortal y divino


La revista OM Times se publica mensualmente en Estados Unidos tanto en lengua inglesa como española. En su número de diciembre dedica la portada a Emilio Carrillo y publica en su interior (páginas 12 a 25) una entrevista con él titulada El ser humano como interdimensional, inmortal y divino.
Se transcribe seguidamente su contenido íntegro, al que se puede acceder también a través de este enlace:
Y de este otro:

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¿Por qué se dice que tu especialidad es el ser humano?

Probablemente se deba a que los temas y asuntos que comparto, por más que cuenten con un perfil y una esencia hondamente espirituales, tienen implicaciones y consecuencias muy prácticas en la vida de la gente.
Así, por ejemplo, cuando hago hincapié en la importancia de que el ser humano tome consciencia de su “verdadero ser” y naturaleza divinal, me gusta recalcar que esto no es algo teórico o “teológico”, sino una experiencia eminentemente práctica que se materializa en la vida diaria: ejercicio de una Vida Sencilla; práctica del Aquí y Ahora; práctica del “soltar” y desalojo interior y vaciamiento; superación del sufrimiento; libertad y superación de miedos y autolimitaciones mentales; búsqueda de espacios de Silencio; conexión con la Quietud que atesoramos en nuestro interior para que nuestro Movimiento en el día a día sea resplandor de esa Quietud; etcétera. Así hasta permitir que el Amor que Somos se libere de las capas conscienciales que tapaban su Presencia e interferían su Frecuencia, posibilitando que ésta -la Frecuencia de Amor- impregne e impulse las actitudes, acciones y reacciones con las que, de instante en instante, afrontamos los hechos cotidianos.
Y paseando por mi blog (http://emiliocarrillobenito.blogspot.com.es/), es fácil comprobar que el ser humano es el eje fundamental de lo que comparto desde el Corazón.

¿Cuál fue la enseñanza mas profunda durante tu estado inconsciente a raíz de tu accidente el 29 de noviembre del 2010?

      Toda enfermedad exterior, física o psíquica, presenta causas interiores y es interiormente sanadora, pues tiene su porqué y para qué en clave de nuestro proceso consciencial y evolutivo.
En mi caso -una fractura de peroné, al caer bajando un monte, que originó un trombo que me provocó, a su vez, un infarto pulmonar-, lo tuve claro desde el principio. Por ello, lo viví como una Bendición y un regalo de la Vida para soltar lastres, desatar nudos e impulsar mi expansión consciencial.
Y eso que me situó al borde de la muerte física en la fecha que citas, llegando a vivenciar lo que se suele denominar “experiencia cercana a la muerte”. Describo con detalle lo que en ella vi, sentí y percibí en el epígrafe “El tránsito y las experiencias cercanas a la muerte” del Capítulo 7 de mi libro “Amor: Vida y Consciencia”, que puede descargarse gratuitamente en la web asociada a mi blog: 
http://elcieloenlatierra.wix.com/descargasyenlaces#!libros
Y al hilo de tu pregunta, la enseñanza más profunda de todo ello fue que la muerte no es el final de nada, sino un tránsito, un estado intermedio entre un ciclo vital que finaliza y otro que se inicia. Y la dimensión espiritual que abandona el cuerpo físico durante el mismo, no es un fantasma: es nuestro “verdadero ser”. Y en la medida en la que se avanza en el tránsito y nuestra dimensión álmica deja de aferrarse a la materialidad, cualquier sensación física va desapareciendo: dejan de existir barreras materiales y todo fluye en el Amor y la Luz que Somos y Es. Las percepciones conscienciales pasan, así, a desenvolverse en la esfera cuántica: se transforman en muy sutiles; se expansionan espectacularmente y son radicalmente distintas a las que teníamos cuando nuestra dimensión espiritual aún moraba en el cuerpo.

Entonces, para ti, la muerte no existe…

Como explico en el capítulo antes citado, la muerte es un imposible, una fantasma -sólo eso- de la imaginación humana. La Creación y el Cosmos son una colosal manifestación de Amor, que se plasma en Vida y Consciencia. También el ser humano, por lo que lo que auténticamente somos (vida) y sentimos que somos (consciencia, estado consciencial) trasciende rotunda e infinitamente lo que una vida física y la existencia durante unos pocos años significan. En este marco, lo que la Humanidad denomina muerte no es tal, sino el punto evolutivo y la fase de transición entre el fin de un ciclo vital (la vida física y la encarnación material que termina) y el inicio de otro ciclo vital (que puede dar lugar a una nueva reencarnación en una nueva vida física).
La evolución y los ciclos son consustanciales a la Creación. Nuestros ancestros se percataron de esto y lo condensaron en lo que “El Kybalión” denomina Principio de Ritmo. Y el Cosmos y la Naturaleza se renuevan y regeneran, fluyen y refluyen, mediante los cambios de ciclo. De este modo, tener miedo a la muerte es tenerlo a la vida, pues no hay vida sin muerte, ni muerte sin vida. Y comprender la muerte es entender la vida. La muerte corporal es un apagado; y el nacimiento físico, un encendido. Por cada apagado hay un encendido y, así, se recrea y expande nuestra existencia en el plano humano a través de una prolongada cadena de vidas o reencarnaciones.
La mayoría de las tradiciones y corrientes espirituales de la Humanidad, nos enseñan que nuestra encarnación en este plano material no se plasma en una única vida física, sino en una cadena de vidas a través de múltiples reencarnaciones. De hecho, la reencarnación es el sostén de la experiencia humana, que ni empieza ni concluye con la vida física actual. Tomar consciencia de esto alivia el estrés -por llamarlo de algún modo- con el que algunas personas viven su espiritualidad, máxime cuando va unido a las nociones de culpa y pecado: lo que transforma la espiritualidad en una trampa mortal que nos impide vivir y disfrutar de la Creación y de nuestro auténtico ser, haciéndonos “manipulables” y “religioso-dependientes”. Además, antes de cada reencarnación, es cada uno -nosotros mismos y sólo nosotros- quien elige “el yo y las circunstancias” que desea vivenciar y las experiencias que quiere desplegar en la nueva vida.
Conviene repetirlo: tener miedo a la muerte es tener miedo a la vida. Y para conocernos a nosotros mismos y vivir la vida hay que comprender y asumir la muerte. Por lo que discernir acerca de esta y otear lo que representa, no es un juego mental, ni otra de nuestras muchas obsesiones intelectuales relacionadas con el futuro. Al contrario: resulta imprescindible para vivir el Aquí y Ahora, que es la vida misma; y para perderle el miedo, que es el medio para saborear el Aquí y Ahora como se merece y sacarle a la vida todo su jugo.

Explicas que cualquier experiencia que nos toca vivir en esta vida es agradable. ¿Cómo es esto posible?

Más exactamente lo que comparto es que las experiencias que vivimos carecen de color. Me explico.
      Mucha gente sigue aún instalada en la visión de un Dios exterior, separado de ellos mismos. Esto les sumerge en el olvido de nuestro “verdadero ser” y “naturaleza esencial”, que son absolutamente divinales. Y tal olvido -la ignorancia de lo que genuinamente Somos- impide, a su vez, que sientan la Felicidad que es nuestro Estado Natural.
La consecuencia inmediata de lo anterior es la identificación con lo que no somos: el cuerpo físico, los sentidos corpóreo-mentales, los pensamientos, las emociones, la personalidad y el ego a todo ello asociado. Es decir: con lo que realmente es sólo el “instrumento” o “vehículo” que utilizamos para experienciar en el plano humano. De este modo, los seres humanos pierden la consciencia de que se trata exclusivamente de un “vehículo”, se aferran a él desde la absurda creencia de que él es lo que son y terminan atados a un falso “yo” y a una “naturaleza egocéntrica”. Y desde esta, se lanzan hacia fuera de ellos mismos en busca del “bien-estar”, pobre sucedáneo de la Felicidad (“Bien-Ser”) que es nuestro Estado Natural.
Por tanto, la búsqueda del bienestar en el exterior es la consecuencia lógica de la idea de un Dios exterior. Y en esa búsqueda se usa como herramienta la “experiencia dual”, basada en la no aceptación y en juzgar y etiquetar dicotómicamente (“positivo” y “negativo”, “bueno” y “malo”, “agradable” y “desagradable”,…) todo lo que ocurre en nuestra vida y a nuestro alrededor. Pero las experiencias carecen de “color”. Simplemente, son experiencias, todas con su porqué y para qué en el proceso consciencial y evolutivo de cada cual.
Y cada experiencia -la que sea- tiene su peculiar vibración. Las apariencias de las experiencias -lo que perciben de ellas nuestros sentidos corpóreos y mentales- no son reales. Lo real en las experiencias es su vibración, que se puede escuchar desde el Corazón, como si se tratara de una melodía musical, y resuena siempre con la vibración del estado consciencial que tengamos en ese momento preciso para impulsar nuestra evolución consciencial y espiritual. Y desde el Corazón -desde nuestro "verdadero ser"- podemos armonizar la vibración de cada experiencia -la que sea- para que resuene en Frecuencia de Amor.
Es también por esto que la idea de un Dios exterior y la búsqueda del bienestar en el exterior son origen y causa del sufrimiento humano. No en balde, el objetivo de la búsqueda del bienestar es la satisfacción de nuestros deseos. Pero cuando esto no se consigue, se siente dolor (“mal-estar”), lo que produce sufrimiento. Y cuando sí se logra (“bien-estar”), aparece inmediatamente el miedo a la pérdida de lo conseguido (bienes materiales, amor,…), lo que provoca sufrimiento. Además, se trata de una satisfacción momentánea y pasajera  que nos aferra todavía más en el olvido de lo que Somos y es preámbulo de más sufrimiento. Así, el sufrimiento es la consecuencia inexorable de la búsqueda del bienestar en el exterior, derivación, a su vez, de la idea de un Dios exterior.

Según Tu experiencia, ¿cuál es la diferencia entre vivir y sobrevivir?

La Humanidad, en este momento de su proceso evolutivo, está abandonando la idea de un Dios exterior y se extiende la percepción de la divinidad que todos atesoramos. Lo que está haciendo que cada vez más personas -conectadas con el Amor que Somos y todo Es- se concentren en “vivir” y en la plasmación de los dones y talentos que todos tenemos.
No obstante, mucha gente aún confunde la vida con la supervivencia y se dedica no a “vivir”, sino a “sobrevivir”, que son cosas bien distintas. De hecho, las preocupaciones y ocupaciones cotidianas de la buena parte de la gente se centran todavía en “sobrevivir” y a esto le llaman “vivir”.
“Sobrevivir” se basa en el utilitarismo, el valor de cambio, el esfuerzo y la huida del momento presente. Me explico. Por un lado, para “sobrevivir” se necesitan ineludiblemente cosas y personas, que pasan a tener un carácter “utilitario” e instrumental para la deseada supervivencia. Las personas, las cosas, la Naturaleza, el planeta, etcétera se conciben sólo al servicio de la propia supervivencia. Así, hasta el amor se convierte en una mera emoción derivada de esa necesidad instrumental del otro. Por otro, todo aquello que se incluye en “sobrevivir” conlleva una contrapartida o precio -suele ser valorable en términos pecuniarios, en euros- y requiere esfuerzo y trabajo. Por último, “sobrevivir” se caracteriza por moverse entre el pasado y el futuro, desatendiendo e ignorando el presente.
En cambio, para “vivir” no se necesita nada ni a nadie. Sobra con la Vida y con tomar consciencia de nuestro “verdadero ser”, constatando su naturaleza divinal y su pertenencia a la Unidad y Unicidad del Todo. Así se goza de la Vida sin deseos ni rechazos, situado en el momento presente y comprobando que la Felicidad es nuestro Estado Natural. Por lo mismo, “vivir” pertenece a la esfera del Aquí y Ahora, es totalmente ajeno a lo pecuniario y desconoce el esfuerzo: sus componentes y manifestaciones carecen de contrapartida o precio y fluyen en la vida, en la de cada uno, sin trabajo y con naturalidad.
Son muchos los hombres y mujeres que sufren una fuerte amnesia con respecto a lo que “vivir” es y significa. No es casual, sino consecuencia del aferramiento a la “consciencia egocéntrica”. No hay que ofuscarse por ello. Se trata de una fase natural en la evolución consciencial de los seres humanos. Y dará paso, lo empieza a hacer ya, a otra fase -tal como el invierno es una estación preciosa y precisa para que estalle la primavera- asociada a una “Conciencia de Unidad”. De ella brotarán paradigmas y pautas de vida muy distintos a los hoy vigentes. Entre ellos, será muy importante la honda comprensión del papel de los dones y talentos.

¿Cómo surge tu más reciente libro, titulado “Dios”?

En este enlace su pueden consultar los datos concretos de su referencia editorial: http://www.editorialdharana.com/catalogo/dios?sello=nous El texto recoge seis entrevistas concadenadas que me realizó Nagual, Chamán de los Anukuighanos, tras el periodo de Silencio que viví entre diciembre de 2012 y mayo de 2013. Cuando sentí de Corazón su conclusión, fluyó espontáneamente entre nosotros la conveniencia de que mantuviera una serie de conversaciones en las que volcara todo aquello que había “visto” y experienciado durante los casi cinco meses de recogimiento e introspección.
      En un principio, lo único que tenía claro era que el eje de las entrevistas debía ser un tema del que, así, sin más, se suele hablar poco: Dios (o como cada cual quiera denominarlo). ¿Por qué? Pues porque percibo que el momento evolutivo de la Humanidad impulsa naturalmente a que entremos de lleno en el meollo de la cuestión con prioridad sobre otros asuntos conscienciales y espirituales que, aun siendo relevantes, no hacen sino girar alrededor del núcleo principal. Y este núcleo es Dios: lo que es, supone y representa; y sus implicaciones para el ser humano y su vida práctica.
      A partir de ahí, el diálogo se fue desenvolviendo desde una visión de Dios nada ortodoxa y ajena a “credos” y religiones. Y desde una espiritualidad “nueva”, aunque en parte es la que siempre ha latido en los místicos y místicas de todas las corrientes espirituales, que, por chocar con la percepción del Dios externo y lejano impuesta por las jerarquías eclesiásticas, fueron frecuentemente hostigados por estas. La diferencia es que, aquí y ahora, dentro del proceso evolutivo de la Humanidad, esa espiritualidad ya no cabe en el seno de ningún “credo” –cosa que sí intentaron la mayoría de los místicos- y ha dejado de ser un fenómeno minoritario para emanar cada vez en más gente, que ya no nos identificamos con ninguna religión y vivimos la espiritualidad con independencia de estructuras y dogmas y en entera Libertad.
      Con estas bases, en el libro se indaga y profundiza tanto en Dios -con todo lo que conlleva- y su Naturaleza -que es la nuestra- como en sus implicaciones para el ser humano y su vida cotidiana, examinado asuntos como el sufrimiento humano y cómo evitarlo o la “innecesariedad de hacer” y el ejercicio de nuestros dones y talentos. Y enlazando lo divino con las aportaciones científicas más vanguardistas, por medio de la Física de la Deidad. Lo que permite constatar la divinidad de nuestro “verdadero ser”, las dos dimensiones que conviven en la Unicidad de Dios -la “subyacente” o plano de lo Inmanifestado y la “superficial” o ámbito de lo Manifestado- y las repercusiones en nuestro día a día de la interacción entre ambas.

En el capítulo del libro “Dios” dedicado a la Física de la Deidad expones que la experiencia humana es un holograma. Nos puedes explicar qué es un holograma y en qué consiste la Matriz Holográfica

      El término “holograma” deriva de “holos” y “grama”, que en griego significan, respectivamente, “todo” o “completo” y “mensaje” o “cosa escrita”. Por tanto, etimológicamente, un holograma es tanto un medio de transmisión de información (“cosa escrita”) como la información misma (el contenido del “mensaje”). Eso sí, la información se caracteriza por ser total y completa, de forma que los hologramas pueden fraccionarse y cada una de las partes resultantes contiene información suficiente para reproducir la imagen completa.
En la fotografía convencional se almacena un registro punto por punto de la intensidad y color de la luz. Si cortamos la fotografía con una tijera, la zona descartada se pierde para siempre y ya no la podemos recuperar del resto de la imagen. En un holograma, en cambio, lo que se graba no es sólo la intensidad, sino el patrón de interferencia de la luz incidente en cada punto de la imagen con respecto a un láser de referencia. Ese patrón es almacenado en la placa holográfica. Si alguien decide cortar un holograma en trozos, cada uno de ellos seguirá reproduciendo la escena completa, sólo que a menor calidad. Esto hace factible que en la Creación rija el principio de que todo es suma de partes y forma parte de una suma superior, aunque cada parte es a su vez el Todo.
El Cosmos, en su globalidad, y cada uno de sus componentes, también la experiencia humana, son realmente hologramas. Y no es que lo diga yo, que es lo de menos, sino que se corresponde con la nueva visión que nos está ofreciendo la ciencia contemporánea. Como se analiza con detalle en ese capítulo del libro “Dios”, la “realidad” -el mundo y el Cosmos en el que el ser humano despliega su experiencia vital y consciencial- es un magno escenario holográfico. Así, el Universo actualmente conocido y reconocido por la Humanidad se integra en un Omniverso que es, en su totalidad y plenitud, un inconmensurable Mega-Holograma, una colosal Matriz Holográfica conformada por infinidad de hologramas multidimensionales de muy diferente envergadura. Unos deviene de otros en escalas y niveles fractales y todos se hallan interconectados e interrelacionados entre sí, a modo de gigantesca red estructurada en una gran diversidad de Dimensiones.
      Y cada modalidad de vida existente en el Cosmos -siendo todas de entidad igualmente holográfica- otorga al Cosmos y la Creación y a sus componentes el aspecto, forma, identidad y características derivadas de las percepciones conscienciales asociadas al tipo de holograma (frecuencia vibracional) que se trate, con las “ventanas” conscienciales que tenga asociadas.. La Creación es un Holograma sin forma ni fisonomía de vibración en desenvolvimiento. Y el aspecto y las formas con los que cada modalidad de vida la “ven” están en función de las ventanas conscienciales propias de cada una de ellas.
      El ser humano no es una excepción. Al identificarse con su componente material y mental -que realmente es otro holograma-, contempla el Gran Holograma de la Creación desde las ventanas conscienciales de su cuerpo físico; esto es: los sentidos corpóreo-mentales. Pero, al “mirar” por estas “ventanas”, no visualiza algo objetivo, sino un Gran Holograma que toma la forma y los perfiles coherentes y congruentes con las características de las propias “ventanas” y el estado consciencial que se proyecta a través de las mismas. Con lo que nos adentramos en la percepción de la vida como sueño.
Lo que el ser humano entiende actualmente como realidad –lo que cada vez más gente denomina “Matrix”- es sólo un modo concreto de construirla, una forma específica de hacerla o tratarla. Y para salir de ella, para abandonar la Matrix, basta con romper ese método. No hay una única realidad posible. Cada realidad tiene sus formas y, con ellas, la manera de elaborarlas, es decir, el método.
Las personas piensan que una realidad distinta es algo puramente teórico que se caracterizaría por tener formas diferentes. Sin embargo, una realidad distinta no es algo teórico, sino “real”. Y se caracteriza, mucho más que por formas diferentes, por contar con un método diferente de construir las formas. Una realidad distinta es aquella en la que se organiza la realidad de otro modo. Y el ser humano posee dentro de sí la capacidad para organizar y crear realidades.

¿La vida es sueño?

La visión de la vida como sueño hunde sus raíces en la noche de los tiempos y se halla presente en numerosas culturas, desde la espiritualidad hindú a la tradición judeo-cristiana o musulmana, pasando por la mística persa, el budismo o la filosofía griega. Verbigracia, en el hinduismo, el dios Visnú yace acostado en la inabarcabilidad del Vaikunta -mundo espiritual de lo Inmanifestado o dimensión subyacente de Dios- y su sueño genera todo lo Manifestado, la dimensión superficial de Dios. En la esfera del sufismo, Ibn Arabí lo describió metafóricamente señalando que “el Universo es la sombra de Alá”. Y en la Grecia clásica, destaca Platón y su célebre “Alegoría de la Caverna”, con la que -al comienzo del Libro VII de “La República”- profundiza en la convicción de que el ser humano vive en un mundo de sueños, preso en una cueva de la que sólo puede liberarse desistiendo de la materia y alcanzando la luz. No obstante, pocas obras de la literatura universal han sabido aproximarse de manera tan certera a que la vida es sueño como la que lleva esto como título: “La Vida es sueño”, de Pedro Calderón de la Barca. Su protagonista –Segismundo- vive, al principio, en una cárcel, en donde permanece en la más completa oscuridad por el desconocimiento de sí mismo. Y sólo cuando es capaz de conocerse a sí mismo, consigue la luz.
La ciencia está aportando hoy datos e información fundamentales para entender el significado profundo de este convencimiento de que la vida es sueño. Muy especialmente, la Teoría de Cuerdas y la Teoría del Principio Holográfico, ambas en la vanguardia de la física contemporánea. La primera, explica cómo la única característica cierta de la materia es su inmaterialidad; y de la energía, su insustancialidad. El “Principio Holográfico”, por su parte, arranca de las teorías de la gravedad cuántica propuestas por Gerard 't Hooft (Premio Nóbel de Física en 1999) y Leonard Susskind (en el año 2003 presentó la idea de la Teoría de Cuerdas, siendo el primero en hacerlo) y gira en torno a un postulado central: la entropía de una región del espacio o de una masa ordinaria es directamente proporcional no a su volumen, sino a su área superficial. Por esto, la masa no ocupa un volumen -tal como hasta ahora pensábamos y nuestros sentidos corpóreo-mentales parecen mostrar-, sino un área. Y esto desemboca en una conclusión sorprendente y rompedora de nuestros esquemas mentales: el volumen es, en sí mismo, ilusorio; y el Universo es, realmente, un holograma.
En suma, la “realidad” es un magno escenario holográfico donde: la masa es sólo una “propiedad” que un bosón (vibración del vacío) otorga a las partículas elementales; el volumen es, en sí mismo, una ilusión; y la materia y la energía no son sino pura “apariencia”, pues su esencia es vibracional y, en última instancia, vacuidad. A todo ello y a sus colosales y múltiples consecuencias prácticas en la vida cotidiana -la ciencia aún las desconoce, pues todavía está intentando asimilar e interiorizar lo ya descubierto- se referían corrientes espirituales ancestrales al describir la realidad como ilusión (maya) y la vida como sueño.
Ahora bien, el sueño puede ser experienciado “despierto” –es decir: consciente de que de un sueño se trata- o “dormido” –sin esa consciencia y sumido en la ensoñación-. Y lo que diferencia a un estado del otro es la toma de consciencia sobre nuestro “verdadero ser” y “naturaleza esencial”, que son absoluta y radicalmente divinales. De ahí la trascendencia que ostenta el abandono de la idea de un Dios exterior llegados a un momento concreto de nuestro proceso consciencial y evolutivo.

Emilio, ¿dónde deben dirigirse nuestros lectores que quieren saber más de ti?

      Lo más sencillo y cómodo es a través de mi blog “El Cielo en la Tierra”: http://emiliocarrillobenito.blogspot.com.es/ En él se difunden los vídeos y audios de las charlas y talleres que comparto, las entrevistas que me hacen, los artículos y textos que escribo y la agenda actualizada de las intervenciones públicas que desarrollo.
      Y aconsejo también visitar la web “El Cielo en la Tierra: descargas y enlaces”: http://elcieloenlatierra.wix.com/descargasyenlaces En ella se recogen, recopilan y archivan para su descarga gratuita tanto libros y documentos que he publicado como los vídeos y audios de todas las actividades en las que participo.


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