2/9/10

Comparte con nosotr@s: “Un papel cuadriculado”, de Mirta Rodríguez Corderí

UN PAPEL CUADRICULADO

Joaquín miró a través de la ventana que quedaba a dos metros a su derecha, sobre los techos de París. Esos mismos de los que le habían hablado tantas novelas cuando ni siquiera podía fantasear con estar viéndolos en vivo y en directo. Bajo los techos de París, se dijo, un clásico del cine, un eslabón entre el mudo y el sonoro, René Claire, vaya! Qué tiempos! ¿Cómo sería París sin esos techos de pizarra? ¿Cómo sería su primavera sin los almendros en flor? - No sería - se respondió mientras una irreversible ola de pinchuda tristeza lo revolcaba y arrastraba hacia atrás…- papá - alcanzó a pensar.

- Si no estuvieras bajo este 3, es decir, bajo la U de tu nombre, podríamos conservar alguna esperanza - señaló ligeramente alterada Mercedes Alzaga, su amiga numeróloga, su Pitonisa, como acostumbraba llamarla.

- Para colmo hace sólo un año que entraste ahí, porque tenés 46, así que pebete, ¿qué querés que invente? El período de vigencia de cada letra es de 9 años,. Sos un sendero natal 3, naciste un 3/6/1965 y para colmo tu alma es 3 y tu personalidad 9, léase 3 de destino. Ni tu potencial 6 te salva…mmm. Ya sé que no entendiste nada, pero basta que yo lo haga. Decime, ¿qué estabas pensando cuando te dije que te cuidaras con ella? Que tomaras tus recaudos?…..ahí tenés, embarazada.

¿Estás seguro que no quiere abortar? -

No, dijo él, más mustio que cuando entró

- Si no fuera una total desconocida, si no fuera francesa, si no fuera tan joven y tan poco educada, me pondría contenta por vos, ser padre a esta edad, mal no te vendría, por cierto

¿De cuánto dice que está? -

- De 5 meses y ½. -

- ¡Cinco me…! pero vos ¿dónde tenés la cabeza? ¿Cómo puede ser que no lo hayas notado antes? -

- Es tan flaca, dijo Joaquín, pensé que andaba algo hinchada, vos sabés -

- ¿Pero no te percataste que no menstruaba? ¿Que los pechos se le ponían turgentes? ¿No tuvo vómitos, ni mareos, ni arcadas? ¿No notaste nada de nada de nada?- Terminó exclamando al borde del grito Mercedes, con cara de “no puedo creer esto”

- No, nada de eso, o quizás sí, mientras yo estaba en la Embajada, pero yo no lo ví o no me percaté………Merche mi trabajo es absorbente, es agotador, es esclavizante…tenés que comprender, no siempre ando con todas las neuronas metidas en la panza de mi compañera del momento. -

- A apechugar, Joaquín, seguro que vas a ser papá. Felicitaciones y que te sea leve. -

Se levantó de pronto, molesta, rabiosa, porque de alguna manera, allá, muy escondido muy in pectore siempre había pensado que él y ella terminarían juntando sus vidas y no habían sido pocas las veces que se veía del brazo de él recorriendo los lujosos salones de la diplomacia francesa.

- Te acompaño - dijo visiblemente ofuscada

- No es necesario, conozco la salida -dijo Joa- y dándole un beso en cada mejilla, salió como disparado. “Esta mujer, pensó, es demasiado histérica, hacer tanta bambolla por un asunto que en definitiva es mi problema y no le atañe para nada”

Mercedes aprovechó a cerrar las pesadas cortinas de los ventanales, prefería la oscuridad en momentos como éstos. Prendió la lámpara de escritorio. Se sirvió un bourbon y se desplomó nuevamente en su sillón, pensando, meditando, mirando sin ver los garabatos numéricos que había en su libreta, ahí, justo debajo de sus pestañas arqueadas “merci L´Oreal”

El nombre completo de Joaquín yacía sobre la hoja cuadriculada, las letras separadas por medio centímetro, los números colocados encima, las sumas debajo

Era un triángulo invertido

El alcohol se le iba subiendo a la cabeza - no tengo nada sólido en el estómago, es natural - se dijo

Insólitamente ciertos números comenzaron como a iluminarse con colores. - Parezco un autista -, pensó, recordando un par de películas donde se mostraba ese efecto de cortar y marcar, separar y destacar, de entre innumerables figuras.

1-8-1- circunstancias limitadas

2-9 engaño

18 sobre 9, destacándose el 5: dinero por muerte -repitió como autómata-

13 sobre 4, muerte

Un sopor impresionante vino a bloquearla sin pedir permiso. -Debo llamarlo inmediatamente- pensó , no sin sentir una preocupación que crecía desmesuradamente como granos de maíz en un silo al que le entró una lluvia inesperada, como el mismo grano cuando le agregás un chorrito de aceite y lo ponés al fuego en una olla o sartén tapada y ¡¡¡zas!!! salen las palomitas, gordas y rebosantes, blancas y crocantitas, azúcar o miel o caramelo derretido y ¡a ver pelis!

La vista se le nubló de golpe y no sólo ella sino que toda su mente era un urgente pedido de huelga, de paro, de cero actividad.

Se quedó dormida como lirón sobre su escritorio.

París es gris azulado a esa hora de la mañana. Rebosante de claroscuros. Plomo por aquí con vetitas de añil, aureolas bleu de Prusse rellenas con gris tiza, reflejos zarcos sobre árboles blanco sucio, barandales cerúleos envueltos en brisa agrisada. Sí, definitivamente, París es mezcla de azur, blanco y negro a las 6 de la mañana, en Noviembre.

El amplio ventanal del escritorio, con las cortinas descorridas, dejaba entrar ese mismo color, haciendo que la piel de Mercedes luciera aún más pálida, casi tan anodina como todo lo que se ve ceniciento, y sus cabellos tiznados de azul. Tenía los ojos abiertos con una expresión de sorpresa y las manos yacían crispadas sobre un papel cuadriculado increíblemente arrugado, que se metía entre sus dedos de vez en vez, como asomando extrañas cabezas alargadas y retorcidas.

El inspector Philip Renoir miró a la cincuentona entrada en carnes que lloraba sin consuelo sentada en la silla Luis XV capitoné turquesa, visiblemente estrecha para sus voluptuosas formas, que caían a ambos lados como almohadones displicentes. La tomó de los brazos y la ayudó a levantarse para llevarla al sillón enorme del hall de entrada, donde prácticamente la dejó caer mientras repreguntaba: - Entonces, Eloise, usted la encontró así, tal cual, ni bien entró al escritorio para abrir las ventanas y airear las habitaciones—el inspector leía sus apuntes- no había señales de nadie, sólo el vaso con restos de bourbon que hallamos sobre el escritorio … mmm -

- Hágame un favor, deje sus datos , domicilio y teléfono a mi asistente y no salga de la ciudad hasta que yo le indique que puede hacerlo. Aparentemente ha sido un ataque cardíaco pero la certeza la dará la autopsia. Me despido y en unos minutos un móvil la alcanzará hasta su casa. -

La mujer se limitó a asentir con la cabeza, era notorio que no podía salir de su asombro y dolor, no hacía más que llorar y rezar, en forma alternada o simultánea. La había servido por los últimos 4 años ininterrumpidos.

Philip retornó al escritorio ni bien el equipo forense concluyó la toma de pruebas y retiraron el cadáver.

Ya anochecía.

Prendió la lámpara, una de ésas que tanto le gustaban, estilo inglés de bronce de 2 luces con pantalla de metal color verde y revisó la agenda personal de la occisa

El nombre del Encargado de Relaciones Comerciales de la Embajada Argentina figuraba allí. Lo había citado y en cualquier momento arribaría.

Desarrugó cuidadosamente el papel cuadriculado que se encontró enganchado en las manos de Mercedes Alzaga….una palabra había estado allí escrita, sobre el borde superior, pero se había borrado de tal forma que ni con la luz azul especial de los “tomapruebas” como él llamaba a los encargados de estudiar la escena del crimen, había logrado darle forma a esos garabatos.

Inmediatamente debajo otro borrón, con forma de triángulo invertido

Seguidamente unos números y letras muy esfumados, pero legibles

1-8-1- circunstancias limitadas

2-9 engaño

18 sobre 9, destacándose el 5: otro borrón

Debajo otra mancha intensamente roja, con tinta que no se había podido identificar, una vez descartada la sangre, por supuesto.

La muerta era numeróloga de profesión, cabalista, además, bien conocida en la alta sociedad parisina.

El timbre sonó. Cruzó la puerta, el pasillo, otra puerta, el hall y abrió: Un Joaquín perturbado y nervioso saludó con la impecable técnica de un diplomático y entró hablando como si le hubieran dado cuerda: - pensar que ayer, a esta misma hora, me retiraba yo de aquí, la dejé en perfectas condiciones, sana y fuerte como siempre ha sido….no logro entender esto, ni siquiera sufría del corazón, yo lo habría sabido si fuera así, éramos muy compinches, muy amigotes, nos contábamos todo -

- No salgo de mi estupor -, deslizó ya sin aire y se dejó caer en el sillón medallón que enfrentaba el escritorio.

- Me he puesto en contacto con su notario,- dijo Philip- para verificar si había dejado algo arreglado. Estará por llegar, trae el testamento consigo. -

No acababa de decir eso que sonaba el timbre de calle.

El notario entró con esa cara de póker que tienen todos los de su profesión en momentos como esos. Se sentó en el otro sillón medallón, al lado de Joaquín, a quien presentó sus respetos con suma distinción y sacó el testamento de su maletín de mano.

- ¿Está bien que lo lea usted ahora, sin la presencia de los beneficiarios? - Preguntó el inspector

. El único beneficiario se encuentra aquí, dijo el escribano, señalando a Joaquín-

La cara de Renoir no pudo esconder una andanada de suspicacia que fue derrumbándose desde sus ojos, por las aletas de su nariz, la comisura de sus labios y que enrojeció levemente sus mejillas.

Esa misma duda lo seguiría acosando durante el resto de la semana, en la que recibió el dictamen forense. Causas de la muerte: desconocidas. Sustancias presentes en el cuerpo: ninguna, sólo rastros de alguna comida y bourbon (léase: no había sido envenenada). Cero lesiones. Ningún rastro de violencia ejercida sobre su cuerpo. No había tenido relaciones sexuales por lo menos las últimas 72 horas. Todos los órganos en perfecto estado. Un poco de dilatación en las pupilas nos transmitía una suerte de último agobio o extrañeza. El paro cardio - respiratorio era el lógico desenlace.

Renoir miró por enésima vez el papelito cuadriculado,

1-8-1- circunstancias limitadas

2-9 engaño

- aquí había algo más, a ver, ahora hay otro borrón, pero si esto lo tengo bien guardado, ¿cómo pudo borrarse esa tinta?, voy a guardarlo en la gaveta derecha de mi escritorio, y voy a echarle llave cada día, esto no debió ocurrir - … el inspector guardó celosamente el papel dentro de la libreta del caso Alzaga y llaveó el cajón.

Nadine había adelgazado en forma abrupta. El negro que religiosamente vestía desde que su bebé recién nacido falleció de muerte súbita, no ayudaba a disimular lo flaca que estaba sino todo lo contrario. Joaquín se quedó observando las largas piernas de la muchacha y por un momento sintió deseos. Se acercó y le acarició la cabeza. ¿cómo se lo pido? No creo que esté de humor para un revolcón.

La chica rompió en llanto, no hacía otra cosa que llorar y moquear últimamente.

-Debo confesarte algo- , dijo mirándolo con los ojos hinchados y rojos de tanta lágrima

El sintió un escalofrío que le recorría la espalda, la mirada de ella había mutado, lo miraba hasta con rabia, con un no sé qué de venganza “ el bebé no era tuyo” la oyó decir. - No sé quién pudo ser su padre, a ciencia cierta, esa orgía en la casa de los Chifflet, a la que no pudiste concurrir por otra de tus “ocupaciones imprevistas”, yo no había llevado mi diafragma pero tampoco pensaba arriesgarme….hubo éxtasis y demasiado alcohol. Al día siguiente, justo viajaste 1 mes a Estocolmo y de ahí te fuiste por 2 semanas a Bruselas y de regreso te detuviste a descansar en la casa de Pierre en Le Touquet por un par de días más

Cuando volviste yo ya sabía que estaba embarazada -

Joaquín no supo qué preguntar.

No preguntó nada.

Recordó la angustia de Mercedes la noche anterior a su muerte. Una dulzura apenas estrenada le subió por el pecho hasta la garganta - seguro que Merche llegó a presentir este engaño y no alcanzó a decírmelo o no lo creyó oportuno- . - La extraño. Hubiéramos hecho una linda pareja- pensó Joa, tal como había venido haciendo durante los últimos 10 años, tiempo en el cual sólo se dedicó a la conquista de chicas jóvenes, saludablemente casquivanas..postergando para una edad más tranquila esa pareja con su pitonisa.

El inspector Renoir se quitó el impermeable y pidió un café doble. ¡Qué lluvia ladina!, lo había tomado casi desapercibido cuando más arreciaba en plena calle Turennes, con viento en contra y lo empapó a pesar de todas las previsiones

Leía el libro de novedades cuando lo llamaron por el teléfono con los últimos detalles de un proceso judicial que seguía en persona. - Un momento, Su Señoría, enseguida le confirmo los domicilios requisados- dijo, mientras revolvía el cajón de la derecha buscando la libreta correspondiente. Usaba libretas para cada caso, donde detallaba puntillosamente todos los datos e impresiones que le parecieran importantes o relevantes. Era meticuloso el inspector, no cabía duda alguna. Un papel se deslizó hacia un costado del cajón, volando literalmente por el aire, planeando un poco como si de una cometa se tratara y cayendo unos metros más allá, al pie del armario principal. Mientras le daba los datos al juez, mantuvo su vista en el papel, como hipnotizado.

Colgó el teléfono y caminó hasta el papel, lo levantó y reconoció el triángulo invertido y los garabatos de la numeróloga muerta 5 meses atrás. ¿Cómo se llamaba? Ah, sí, Mercedes Alzaga, la argentina amiga del diplomático de igual nacionalidad.

Toda una intriga, se dijo y desarrugó el papel cuadriculado, que se encargaba de arrollarse casi siempre, Vaya, aquí falta algo, mmm, hay sólo un garabato, los demás números han quedado borrados, son meras manchas ilegibles.

En una noche lluviosa de abril, Philip Renoir, Inspector de la Surete, revisaba repetidamente un pedazo de papel cuadriculado, que debajo de un borroneado triángulo invertido, dejaba ver tan sólo unos cuantos manchones y la siguiente leyenda:

1-8-1- circunstancias limitadas.

Habían dado las doce campanadas y un nuevo año era recibido con gran algarabía. París estaba iluminada de cabeza a pies, mereciendo el viejo mote de La Ciudad Luz como nunca antes

Joaquín cerró el pequeño secreter donde montones de invitaciones dormirían el sueño de los mortales.

Sus últimas horas en la capital francesa eran las peores de toda su vida.

Totalmente encanecido, encorvado por la artrosis y la hernia de disco, portando 60 años que representaban una veintena más, juntaba su equipaje en la puerta de la mansión que había habitado por tres décadas.

La jubilación anticipada y forzosa venia a cubrir una serie de desventurados acontecimientos que se habían dado en su trabajo diplomático, pequeños desaciertos que todos juntos parecían convocar algún tipo de rectificación política y una serie de gastos que fueron considerados injustificados por arte de magia, lo hacían regresar de pronto a su país, con la cabeza gacha, como le toca al perdedor.

Para colmo, un tijeretazo increíble a su salario le dejaba una entrada apenas considerada pasable en su país de origen, sus cuentas bancarias habían sido congeladas hasta que se tomara una decisión definitiva sobre las cuestiones financieras puestas en el tapete y su estado de ánimo caminaba los oscuros túneles subterráneos de su consciencia.

Depresivo, enfermo e increíblemente debilitado, no hacía otra cosa que repetir imagen tras imagen los hechos trascendentes de su vida en París, la ciudad de los techos de pizarra y los grises y azules otoñales.

Ahora mismo tendría que estar sentado frente a la chimenea, sintiendo crepitar los leños, con Mercedes Alzaga sentada a su lado, saboreando un bourbon con una sola pizca de hielo.

La mujer destinada a disfrutar su madurez, que murió sin previo aviso, dejándolo solo frente a todas las luchas que le tocó afrontar en lo sucesivo. La muerte del bebé que creía hijo suyo, el engaño de Eloise, los desfalcos en la embajada, su victimización y su impotencia….el regreso a Buenos Aires sin pena ni gloria

El timbre sonó quitándolo abruptamente de sus pensamientos, el chofer acomodó el equipaje en el maletero y lo dejó en el Aeropuerto………..Joaquín llegaba al día siguiente a Buenos Aires.

Renoir era una gran jaqueca con patas.

Demasiada mezcla de alcohol, demasiada comida, demasiados años….

No había podido zafar del turno.

Tampoco se lo habría permitido.

- Mi regalo de Año Nuevo, Inspector - dijo el suboficial de turno acercándole un paquete más pequeño que la cinta roja que lo emperifollaba. -Puro adorno- pensó Philip, seguro que es una libreta nueva, como ocurre cada año.

- Gracias, Canau, muy amable -

Y abrió automáticamente su cajón derecho para acomodar la libreta recién regalada

No pudo dejar de sobresaltarse cuando el papel salió despedido como por una mano invisible y dando varios giros en el aire, se depositó suavemente a los pies del armario

Esta vez supo que se trataba del papel cuadriculado de Mercedes Alzaga.

No tuvo duda alguna.

Tampoco hesitó al abrirlo para verificar qué faltaba esta vez.

Era como si lo hubiera estado esperando desde la última vez, años atrás.

Lo desenrolló con sumo cuidado y lo desarrugó, en forma ritualística, como nunca antes o como siempre ahora.

Estaba en blanco

Ni siquiera se notaba el triángulo invertido

Mucho menos los manchones o borrones.

- Si llego a contar esto, me tomarán por loco -

Mejor lo dejaba así.

Encendió su cigarrillo y acercó el mismo fósforo a la esquina del papel, el que se envolvió en una llamarada amarilla con mucho azul. Lo dejó sobre el cenicero…hasta que el papel cuadriculado quedó convertido en cenizas.

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Fuente: http://dosmentesideaymedia.blogspot.com

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