8/3/10

Viaje al Centro Galáctico y expansión de la consciencia

El sábado pasado se publicó en el Blog el texto base de mi intervención en el encuentro organizado por la Asociación Cultural Vía Libre, celebrado el viernes 5 de marzo, en torno al tema 2012, profecías y expansión de la consciencia. En él se hizo mención a la ruta que nuestro sistema solar sigue con relación al Centro Galáctico y sus implicaciones energéticas y conscienciales en la Tierra y la Humanidad. Un asunto que ha despertado gran interés entre much@s seguidor@s del Blog, que me han solicitado mayor información al respecto. Las siguientes notas se dirigen a ello.

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Nuestro sistema solar, Oort u Ors, no se halla estático en la Vía Láctea, sino que viaja por ella, moviéndose elípticamente con relación al Centro Galáctico. Y este viaje cósmico no lo hace en solitario, sino en compañía de un pequeño grupo de sistemas solares, desde Alfa Centauri a Sirio, con los que conforma un “paquete” o “cluster” sistémico, cual viajeros dentro de un automóvil o un tren. Todos juntos y en sintonía orbitan con respecto al Centro Galáctico siguiendo idéntica ruta.

Lo más importante no son las repercusiones físicas o astrofísicas de tal hecho, sino sus impactos energéticos y espirituales, pues todas las formas de vida que bullen en ese “cluster”, la infinidad de modalidades de existencia que conviven en los sistemas, astros, soles, planetas y satélites que lo configuran, guardan una íntima relación, una estrechísima interacción de carácter consciencial.

Los seres humanos han comenzado a entender que hay una interrelación entre cada miembro de una especie animal cualquiera y la totalidad de sus componentes. La teoría de los llamados campos mórficos y morfogenéticos lo ilustra muy bien. Igualmente, existe una interacción constante y permanente entre cada persona y los demás seres humanos que configuran la Humanidad (la dimensión espiritual de esta interacción da lugar al denominado Campo Búdico o Crístico). Es más, del mismo modo, también hay una estrecha interconexión entre la Humanidad y la Madre Tierra. Y tal interrelación se extiende desde la Tierra a la globalidad de Oort y al referido cluster de sistemas solares. Todo está espectacularmente interconectado, como una gigantesca red de influencias e interdependencias mutuas.

El citado cluster de sistemas solares y todos los astros y modalidades de vida que lo pueblan formamos una inmensa y holística red consciencial. Como tal, viajamos de la mano por la Vía Láctea. Y lo que sea de los unos, repercute en los otros, pues en el Universo rigen dos reglas cosmogónicas bien conocidas por los seres de mayor avance espiritual: todo es suma de partes y forma parte de una suma superior, aunque cada parte es a su vez el Todo; y los saltos evolutivos conscienciales, de una dimensión de existencia a otra, no son individuales, sino grupales, requiriéndose que en el grupo o suma en cuestión se configure una masa crítica mínima de consciencia para que el salto sea factible. En nuestro caso, el grupo no es la Humanidad, ni Gaia, ni siquiera Oort, sino el colosal hervidero de vida que constituye el cluster de sistemas solares del que venimos hablando.

Con este telón de fondo, la Humanidad y el planeta entero se hallan en el presente ante una bella y colosal oportunidad, un hito francamente histórico, que tiene que ver con el tránsito del cluster de sistemas solares por la Vía Láctea y con la aplicación analógica del célebre principio hermético de cómo es arriba es abajo, y viceversa.

Se puede tomar el ejemplo del cuerpo humano y proyectar su funcionamiento a escala galáctica. Y, así como la sangre en su circulación atraviesa los pulmones, que la oxigenan y la limpian, ese paquete de sistemas solares pasa, periódicamente, muy cerca del Centro Galáctico, rozándolo, y recibe de éste una colosal fuerza energética regeneradora de espectro electromagnético y vibracional. A su vez, los soles que se integran en el cluster distribuyen esta fuerza entre los planetas que giran en sus respectivos sistemas. Y, por fin, cada planeta impregna con la misma energía vibracional y frecuencial a los seres que lo habitan.

En el caso de la Tierra y los seres que la pueblan, el planeta acumula principalmente esa fuerza en la ionosfera. Y los humanos la reciben por medio de la glándula pineal, que es una auténtica antena de radiofrecuencia, lo que, en función del grado consciencial y mayor o menor estado consciente de cada cual, activa componentes durmientes de nuestro ADN, concretamente de ese 97% del mismo que algunos genetistas tildan de “chatarra” y que, en verdad, es un ADN sutil e inefable, depositario de capacidades y facultades impensables para la Humanidad actual.

Por tanto, cada paso del cluster de sistemas solares por el Centro Galáctico representa una espléndida ocasión de salto consciencial para el conjunto de mundos y modalidades de existencia que lo pueblan. Y, en estos momentos, el cluster de sistemas se está acercando a enorme velocidad al Centro Galáctico. Es algo que ocurre cada 13.000 años. Ahora vuelve a repetirse.

Dado que cada paso del cluster de sistemas solares por el Centro Galáctico representa una espléndida ocasión de salto consciencial para el conjunto de mundos y modalidades de existencia que lo habitan y como quiera que existe una interacción entre todas, su mejor rentabilización energética acontece cuando la totalidad del cluster ha alcanzado una determinada masa crítica consciencial. Por esto, numerosos seres de muchas modalidades de existencia que pueblan el cluster se han movilizado para que la Tierra y Oort aprovechen esta oportunidad. Ha sido un trabajo concienzudo y meticuloso, de carácter energético, que ya está concluido. Sólo queda esperar los resultados, que dependerán, en última instancia de lo que hagan los propios habitantes de Gaia, en general, y la Humanidad, en particular.

Tanto la Humanidad como el planeta que la acoge se acercan a una especie de hito histórico, a una gran oportunidad de cambio. No es ya futuro, sino presente. Son tiempos extraordinarios, cargados de posibilidades para comprender y descubrir las verdades eternas que cada uno guarda en su interior y actuar en consonancia con ellas. Y el Universo es el cómplice de los seres humanos para que despierten las consciencias y para que los corazones se abran hacia una transformación evolutiva superior.

Para conseguirlo, la traba mas notable no es la ignorancia, sino el miedo y el falaz sentimiento de culpa. El Poder de Decisión y el Maestro están en cada ser humano. No hay que tener miedo a equivocarte. El miedo frena, inhibe y te ata a lo ya conocido, aunque no te guste. El miedo y el sentimiento de culpa cierran los ojos a un presente espléndido, donde tú y todos… juntos, seremos los hacedores del Milagro.

Las personas, cada una, han de reinventarte. Es necesario y pueden hacerlo. Es un momento único para conseguirlo. Debemos ascender sobre la opaca densidad que ha cubierto al planeta. Aceptar la Luz que está llegando, vívirla, dejar que inunde y que conecte con la chispa divina que todo ser humano atesora. Gaia ascenderá, y nosotros con ella, elevando su nivel de vibración de la tercera a la cuarta y, muy rápidamente, a la quinta dimensión. Cada ser humano es un receptor adecuado para sintonizar con su nueva frecuencia. Abre tu corazón hacia esta nueva realidad y, simplemente, sé lo que eres. Es el momento de Ser.

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