31/10/10

Resumen semanal: 25 a 31 de octubre de 2010

Martes 26:

+La Pausa.

+Buscando lo Auténtico.

+Creamos la realidad con nuestros pensamientos.

+Comparte con nosotros: “Un punto de apoyo…”, de Beatriz Soler.

Miércoles 27:

+Comparte con nosotr@s: “Darlac y el sauce llorón”, de Encarnación Castro.

+El origen ibérico de la Humanidad y la civilización.

+Filosofía y objetivación: el caso de Sartre.

+¿Y entonces dónde vive Dios?.

Jueves 28:

+Comparte con nosotr@s: “Noches”, de Concha Redondo.

+Unión de las consciencias.

+Los desafíos traen cambios rápidos.

+Sobre el “Jesús” de José Antonio Pagola

Viernes 29:

+El Amor es vuestra verdadera naturaleza.

+Espacio, Tiempo, Conocimiento.

+A una cristiana divorciada.

+Comparte: JLGCáceres

+Esto también pasará.

Sábado 30:

+Taller de Espiritualidad para Buscadores: Módulo 6.

+Martes 2 de noviembre: presentación de “¡Perdón por atreverme”, de Regla Contreras.

Domingo 31:

+Taller de Espiritualidad para Buscadores: Módulo 6.

+Resumen semanal: 25 a 31 de octubre de 2010.

(Total entradas: 21)

Taller de Espiritualidad para Buscadores: Módulo 6

PARA TODOS LOS QUE DESEEN SEGUIR POR ESTE BLOG EL

TALLER DE ESPIRITUALIDAD PARA BUSCADORES

(Se publican en el Blog las entradas correspondientes a los distintos Módulos que configuran el Taller conforme éste se va desarrollando para l@s que lo siguen de manera presencial, comenzando el sábado 11 de septiembre y concluyendo el domingo 19 de diciembre de 2010)

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Taller de Espiritualidad para Buscadores:

+Módulo 1: Ver entradas del sábado 11 y domingo 12 de septiembre.

+Módulo 2: Ver entradas del sábado 18 y domingo 19 de septiembre.

+Módulo 3: Ver entradas del sábado 25 y domingo 26 de septiembre.

+Módulo 4: Ver entradas del sábado 2 y domingo 3 de octubre

+ Módulo 5: Ver entradas de los sábados 16 y 23 y domingos 17 y 24 de octubre.

+ Módulo 6: Creación&Creador

Sábado 30 de octubre:

45. “Nada” versus “algo”

46. A propósito de la fe

Domingo 31 de octubre:

47. El Todo es Mente; la Creación es vibración

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47. El Todo es Mente; la Creación es vibración

Tras las premisas recogidas en los primeros epígrafes de este Módulo 6, lo primero a subrayar es que indagar sobre lo divinal significa hacerlo sobre una realidad sustantiva y sustancial situada fuera de lo que nuestros sentidos físicos perciben y de la que el ser humano se percata de manera sensitiva, intuitiva e inspirativa (toma de consciencia y acción del Yo profundo), de un lado, y por medio de la investigación científica, de otro. Hace miles de años, Hermes Trismegisto lo compendió con maestría: “más allá del Cosmos, del Tiempo, del Espacio, de todo cuanto se mueve y cambia, se encuentra la Realidad Substancial, la Verdad Fundamental”. Y en la actualidad, tanto las religiones como la ciencia se refieren a ella, aunque se le asignan distintos y variados nombres: Espíritu, Energía, Fuerza, Esencia Subatómica, Identidad Universal,… .

Ante lo cual emerge una pregunta clave: ¿de qué está hecha o en qué consiste esa realidad substancial?. El intento de responder a este interrogante nos retrotrae a lo que en el Módulo 2 se citó como segundo eje de la película ¿Y tú que sabes?: el replanteamiento de lo que entendemos por “real”. Un terreno en el que la ciencia contemporánea ha dado un sensacional salto cognoscitivo al desvelar que en el núcleo del mundo material y cuanto lo compone hay una realidad inmaterial de carácter subyacente.

Como allí se señaló, esta nueva forma de comprensión de lo real tuvo pioneros como Herbert Spencer, que en el siglo XIX defendió la existencia de una “energía infinita y eterna de la cual proceden todas las cosas”, o Nikolas Tesla, que décadas después explicó como en la raíz de lo material hay una realidad no física que se expresa como vibración; la cual, a su vez, tiene su origen y razón de ser en la plasmación mental de la consciencia. A lo que después se sumaron científicos como Jeffrey Satinover: “la materia, sea lo que fuere, no tiene nada en esencia; es completamente insustancial; lo más sólido que se puede decir sobre ella es que se parece mucho a un pensamiento; es como una pizca de información concentrada”.

Gracias al trabajo de muchos científicos como ellos y a las repercusiones de la física cuántica, en esta primera década del siglo XXI se empieza describir la realidad substancial de cuanto existe como energía vibratoria o vibración –así lo sostiene, por ejemplo, la Teoría de Cuerdas- provocada o asociada a alguna "manifestación", sea consciencial, información, idea o pensamiento. Por lo que, como se enunció en el Módulo 2 siguiendo al físico Fritjof Capra, “no resulta inverosímil pensar que todas las estructuras del Universo (desde las partículas subatómicas hasta las galaxias y desde las bacterias hasta los seres humanos) sean manifestaciones de la dinámica autoorganizadora del Universo, que hemos identificado como la Mente Cósmica”.

Por tanto, desde este replanteamiento científico de lo real, el interrogante acerca de qué está hecha y en qué consiste esa realidad substancial tiene una respuesta contundente: es vibración originada por algún tipo de fenómeno de características cosmogónicas. ¿Sorprendente?. No tanto. Primeramente, porque las nuevas fronteras científicas dibujadas por la revolución tecnológica, en general, y el mundo de la realidad virtual en particular, ofrecen recursos hasta hace poco impensables para comprender tal respuesta. Y en segundo lugar, porque coincide exactamente con lo enseñado hace miles de años por sabidurías arcaicas. Recuérdese a este respecto El Kybalión, que afirma “nada reposa, todo se mueve, todo vibra”, añadiendo que lo que llamamos materia y energía no es más que “modos” (niveles o grados frecuenciales) de movimiento vibratorio y que “el Todo es Mente; el Universo es mental”, utilizando el término “Mente” y “mental” no en el sentido de la comprensión humana de los mismos, ligada al surgimiento de pensamientos, sino desde la perspectiva del carácter eminentemente vibracional (ondas) presente intrínsecamente en cualquier proceso mental.

Y en marco de la realidad vibracional que todo abarca y Todo Es, desde la materia a la energía, despliega su vida y experiencias el ser humano, que es también vibración, conforme al conocido principio de reciprocidad o correspondencia –“como es arriba es abajo; como es abajo es arriba”- (más exactamente, como se verá más adelante, un maravilloso campo o vórtice vibracional en el que conviven armónica y equilibradamente tres “modos” vibracionales: espíritu, cuerpo y alma)

Desde luego, cuando se utiliza el principio de reciprocidad no se quiere indicar que el arriba y el abajo sean iguales, sino que presentan una analogía que puede ser indagada y comprendida por la inteligencia humana. A la citada analogía se refiere, por ejemplo, el Libro del Génesis cuando especifica: “Dios procedió a crear al hombre a su imagen, a la imagen de Dios lo creo” (1,27). No se señala en este versículo que Dios y el ser humano sean iguales, sino que se usa una expresión, “imagen” (imagen de Dios, “imago Dei”), que nos conduce al ámbito de lo analógico. Y que, por cierto, se mueve también en la esfera de lo vibracional y ondulatorio, pues es el escenario donde se inserta la noción de imagen. Por lo que en este pasaje bíblico se está haciendo mención a la presencia en la persona de atributos analógicamente semejantes a los divinos como consecuencia de un hecho crucial: la propia existencia del ser humano se gesta y permanece en vibración primigenia a la que El Kybalión se refiere con la expresión “el Todo es Mente”.

Por tanto, en el discernimiento sobre la divinidad resulta una tesis plausible, surgida de los razonamientos formulados y fundamentada en ellos, la descripción del Ser Uno (Todo, Dios,…) como Mente (vibración) infinita y eterna. Con lo que vibracional es la Matriz y la Unidad donde todo existe y se sostiene; vibracional es el origen del Omniverso y su naturaleza intrínseca; y vibratoria es la esencia innata de todos los cuerpos, objetos y seres que lo pueblan, en todas sus dimensiones. El resultado es un Cosmos armonioso y perfecto donde la vida fluye por doquier y la muerte es un imposible.

En los apartados que siguen se va a desarrollar esta tesis inicial tanto desde la perspectiva cosmogónica como en sus implicaciones con relación al ser humano y su experiencia vital. Y se alcanzarán unas conclusiones que, por su congruencia y ajuste a la realidad que puede ser contrastada, reforzarán la veracidad de la propia tesis. Tal contraste y veracidad se harán especialmente notorios en el interior de cada uno, en nuestra intimidad, en nuestra esfera espiritual. Y lo espiritual es mucho más que lo no material, cual suele ser entendido.

Julián Marías lo ha reflejado muy bien al señalar (en su conferencia en el Curso Los estilos de la filosofía, Madrid, 1999-2000) que lo espiritual es la realidad capaz de entrar en sí misma; el entrar en uno mismo es lo que da la condición de espiritual, no la inmaterialidad. La insistencia en lo inmaterial ha ocultado lo esencial, que es precisamente la capacidad de entrar en sí mismo. Por esto dijo San Agustín: “no vayas fuera, entra en ti mismo: en el hombre interior habita la verdad” (“noli foras ire, in teipsum redi; in interiore homine habitat veritas”). El descubrimiento es la interioridad, nuestra intimidad, el Ser profundo. Y el descubrimiento permite que el Yo verdadero aflore y tome el mando de nuestras vidas. Con ello, el ego, el piloto automático, se desactiva y cesa la curiosa y absurda dinámica por la que, al quedarnos en las cosas exteriores, nos vaciábamos a nosotros mismos.

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Continúa el próximo fin de semana

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30/10/10

Martes 2 de noviembre: presentación de "¡Perdón por atreverme", de Regla Contreras

El próximo martes 2 de noviembre, a las 19,30 horas, en el Salón de Actos de Círculo Mercantil de Sevilla (C/Sierpes 65) se llevará a cabo la presentación del libro ¡Perdón por atreverme! (Sapere Aude), del que es autora Regla Contreras Rodríguez-Jurado y que ha sido editado por Ituci Siglo XXI. La autora y el editor han querido que me encargue de la presentación.

Se ofrecen a continuación unas breves referencias sobre el libro, la autora y la editorial.

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Sobre el libro

Cuando era pequeña, dice la autora, mi meta era la santidad, y no sólo me sabía todo el Santoral de memoria, sino que acabé leyéndome toda la hagiografía en lengua castellana. Después de tener a toda la familia preocupada tras años de un silencio impuesto, roto sólo para decir miles de jaculatorias y de hacer sacrificios registrados con cientos de palotes en un viejo cuaderno de papel rayado por imitar a los santos, fui descartando esa idea que no llevaba a ninguna parte, al constatar el fracaso que había en ese antinatural empeño en no caer una y otra vez en lo que eran actos simplemente humanos.

A causa de esta vocación de santidad, en vez de ser feliz y vivir despreocupada, tuve una infancia triste y casi neurótica, hasta el punto de querer -como el alemán aquél- abandonar yo también el planeta. Pero llegó el momento en el que rompí con toda esa neurosis el día que reté a un dios infantil que, sin duda, se hallaba a mi altura.

En mi lucha contra ese dogmático dios, yo salí ganando, ya que aposté por unas aspiraciones más altas; y en vez de llevar una vida de silencio y sacrificios para ser un día canonizada, aquello se tradujo -para escándalo de muchos- en derribar cuantos muros y barreras yo encontrara a mi paso y me impidiera ver el verdadero rostro de un Dios que afortunadamente no era el que me habían enseñado. Muros que otros tenían falsamente como intocables "paredes maestras", y que al suprimirlas, a mi no me pasó nada.

Cuando te has atrevido a dejar ante ti todo el solar expedito, y has soltado, sin miedo, todas las amarras, tu horizonte se amplía hasta el infinito, y el Misterio de Dios y el Universo se te revela en sueños.

Esta obra es la confesión del inefable “sueño” aquél, que de inmediato hube de confesar, por creer que había pecado.

El estilo profundo y directo de este relato de una adolescente que tras un “sueño” se rebela ante las normas establecidas, recuerda a ese otro de Salinger: “El Guardián entre el centeno”

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Sobre Regla Contreras

Un 12 de Agosto del 39, aprovechando que mis padres paseaban por la playa de Regla de Chipiona (Cádiz) aterricé la noche que danzaban en el cielo Las Perseidas y aprovechando, también, que en este planeta había un breve espacio de paz y respiro entre dos terribles guerras. Enseguida me trajeron a Sevilla aunque cada verano me llevaban a aquella misma playa donde aseguraban mis padres que me vieron caer al mar. Estudié y me eduqué en el Instituto de La B.V.M. (vulgo Las Irlandesas) hasta los 15 años, que me expulsaron por transgredir unas normas rígidamente establecidas. Era la década de los 50; en España gobernaba Franco; en Sevilla "reinaba" el Cardenal Segura y en mi colegio mandaba la Madre Superiora. Y pasando de toda esa formalidad, la Mismísima Divinidad encarnada en un joven apuesto, iba todas las tardes a recogerme a las puertas de aquel colegio irlandés.

Este es mi primer libro escrito a solas: el otro lo escribí al alimón con una hermana mía que vino a este mundo agarrada a las alas de un Ángel, y a ella fue a la que se le ocurrió la travesura aquella de crear, "sui generis", un nuevo Modelo del Universo desde antes de sus comienzos.

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Sobre la editorial Ituci Siglo XXI:

Para acceder al libro, se puede hacer por medio de este enlace:

http://www.ituci.com/paginas/libro.php?idlibro=134

o entrando directamente en http://www.ituci.com, donde obtendrían también información obre el fondo editorial.

José Navajas es el editor y se ofrece para resolver cuantas dudas puedan surgir y a contactarles directamente con la autora. Para contactar con él: correo electrónico ituci1@ituci.com; o teléfonos 660 42 05 46 o 954 24 13 76.

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Taller de Espiritualidad para Buscadores: Módulo 6

PARA TODOS LOS QUE DESEEN SEGUIR POR ESTE BLOG EL

TALLER DE ESPIRITUALIDAD PARA BUSCADORES

(Se publican en el Blog las entradas correspondientes a los distintos Módulos que configuran el Taller conforme éste se va desarrollando para l@s que lo siguen de manera presencial, comenzando el sábado 11 de septiembre y concluyendo el domingo 19 de diciembre de 2010)

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Taller de Espiritualidad para Buscadores:

+Módulo 1: Ver entradas del sábado 11 y domingo 12 de septiembre.

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+Módulo 4: Ver entradas del sábado 2 y domingo 3 de octubre

+ Módulo 5: Ver entradas de los sábados 16 y 23 y domingos 17 y 24 de octubre.

+ Módulo 6: Creación&Creador

Sábado 30 de octubre:

45. El replanteamiento de la “nada”: regreso al futuro

46. El replanteamiento de la “fe”: retorno al origen

Domingo 31 de octubre:

47. El Todo es Mente; la Creación es vibración

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45. El replanteamiento de la “nada”: regreso al futuro

En lo Módulos precedentes han sido numerosas las referencias al Ser Uno (Todo, Dios,…), a la Unidad que Él engloba y explica y a la dimensión espiritual de los seres humanos. Es llegado el momento de ahondar al respecto, comenzando por el principio, esto es, por la esencia de la divinidad.

Para ello, es necesario, primeramente, un replanteamiento de lo que se entiende por “nada” y por “fe”, pues muchos de los equívocos y malentendidos que dificultan la percepción de la esencia de la divinidad obedecen a los conceptos erróneos que miles de millones de seres humanos mantiene sobre el significado y contenidos de ambos términos.

Comenzando por la “nada”, ha sido frecuente en la historia de la humanidad, sobre manera en la filosofía occidental de los últimos siglos, que cuando se trata de discernir sobre el Ser Uno surja inmediatamente la pregunta que estremeció a Leibniz, Unamuno o Heidegger: ¿por qué hay “algo” y no más bien “nada”?. Lo cual abre una disyuntiva primigenia y radical que, como las nuevas tecnologías, es de base binaria (0/1): hubo un estadio o periodo previo en el que “nada” había ni existía (opción 0); o desde siempre y por siempre ha existido “algo” (opción 1). Lo que, tradicionalmente, ha desembocado en la siguiente cuestión: ¿cuál de ambas opciones, 0 ó 1, es la cierta, ya que una, forzosamente, tiene que serlo y las dos a la vez no lo pueden ser?.

Sin embargo, los avances de la ciencia contemporánea ofrecen novedosas pistas que obligan a replantear los fundamentos de esta pregunta, ofreciendo una visión de la realidad en la que las dos opciones, 0 y 1, son ciertas y no hay que elegir entre ellas, pues forman parte de una misma cosa. Expresado de otro modo, se empieza a comprender que “nada” y “algo” no son tan distintos, sino que forman parte de una misma realidad que se sostiene en el concepto de “vacío”.

El vacío es lo que los científicos generan cuando consiguen “cerrar” o “sellar” un habitáculo o espacio cualquiera, del tamaño que sea, logrando que en su interior no haya nada: ni elementos materiales, ni líquidos, ni gaseosos, en cualquiera de sus modalidades, incluso las más infinitesimales. Por ejemplo, buena parte de los experimentos previstos en el célebre acelerador de partículas del CERN de Ginebra requieren la consecución de ese vacío cual contexto imprescindible para que aquellos se puedan desarrollar. Pues bien, la ciencia actual ha aprendido que el vacío “existe”, es decir, que siendo “nada” también es “algo”. Y la existencia del vacío se pone de manifiesto en un hecho crucial: ¡el vacío vibra!.

Desde luego, cuando el vacío se va llenando de partículas, éstas vibran. Pero lo que aquí se subraya es bien diferente: cuando el vacío es realmente vacío, cuando está absolutamente “limpio” de cualquier elemento, componente o sustancia, el vacío, como tal, en sí, vibra (los denominados bosones son la plasmación de esa vibración del vacío). Y la vibración del vacío (“nada”) puede estar en el origen de la existencia de lo que llamamos “algo”, que surgiría cual “manifestación” perceptible por nuestros sentidos físicos de la diversas modalidades frecuenciales que puede adquirir la vibración del vacío.

Así, la dicotomía entre “nada” y “algo” queda rota y superada: la “nada” es “algo” y el “algo” se sostiene en la “nada”, siendo el vacío el marco en que todo ello acontece y el “algo” se despliega como tal.

Curiosamente, esta nueva visión del vacío y de la realidad está muy asentada en antiguas culturas espirituales y corrientes místicas, sobre todo orientales, que dibujan al Ser Uno como Creador e Increado, Todo y Presencia Absoluta y, por tanto, Vacío y Nada y esencialmente Indeterminado, siendo su estado natural lo Absoluto, esto es, lo relativo a Sí: Consciencia Perfecta, Concentración Completa y Experiencia Integral de Ser, que es lo mismo que Experiencia Integral de No-Ser.

En próximos epígrafes se ahondará sobre las consecuencias e implicaciones del “regreso al futuro” que representa beber de esas antiguas escuelas místicas y espirituales y engarzar sus postulados con los modernos conocimientos científicos.

46. El replanteamiento de la “fe”: retorno al origen

En la idea, obsoleta ya por lo apuntado, de que el ser humano ha de elegir forzosamente entre la opción 0 (“nada”) y la opción 1 (“algo”), proliferó el convencimiento de que la decantación por la 1 no es tanto una elección racional, en sentido estricto, como fundamentalmente irracional, sensitiva, intuitiva e inspirativa: fluye de nuestro interior, se decía, cuando late la íntima convicción de que siempre existió “algo” y que ese algo es Dios. Y esta convicción se ligó la “fe”. Una fe a menudo “a ciegas” e interpretada y activada por numerosas religiones en clave de “conversión” a la Verdad y al Dios Verdadero. Pero el origen del término “fe” nada tiene que ver con esto, sino que está en armonía con los expuesto y enunciado por las antiguas corrientes místicas y espirituales a las que se viene haciendo mención.

Para constatarlo y efectuar tal retorno al origen, hay que subrayar un hecho objetivo: es en el mensaje del Maestro Cristo Jesús donde la fe ostenta un protagonismo más remarcado y acentuado, muy superior al de las demás escuelas espirituales. Si hubieras dudas al respecto, se aconseja la lectura del libro En defensa de Dios (Paidos; Barcelona, 2009), de Karen Armstrong, experta mundial en religiones, que explica con detalle el papel central que la fe tiene en las manifestaciones publicas de Jesús, sin parangón en ninguna otra tradición espiritual.

Es suficientemente conocido y los Evangelios lo constatan, que Cristo Jesús regañó una y otra vez a sus discípulos por su falta de fe, mientras alababa la de los gentiles, que parecían entender sus enseñanzas mejor que sus propios paisanos judíos. Igualmente, a quienes le pedían una curación, les exigía como requisito previo que tuvieran fe, auténtica llave con la que abrir el cofre de los milagros. Y famosa es su aseveración, recogida en el Evangelio de Mateo (17, 14-19) acerca de que la fe mueve montañas y de que con ella “nada os será imposible”.

Ahora bien, ¿qué quiso expresar Cristo Jesús cuando tanto hablaba de fe?. Pues para saberlo, hay que acudir obligatoriamente a su idioma nativo. Se puede comprobar así que con esta expresión hacía mención a lo que en las primeras transcripciones al griego de sus enseñanzas se sintetizó en el vocablo “pistis” (su forma verbal es “pisteuo”), palabra traducida como “fe” en el Nuevo Testamento y que significa literalmente, “confianza, perseverancia y compromiso”.

Por tanto, la fe en boca de Cristo Jesús no fue utilizada como sinónimo de “creencia”, ni tampoco como llamada a que la gente tuviera que “creer” en él o en “algo”. Hablaba el Maestro de confianza, perseverancia y compromiso, es decir, de cosas muy distintas a la fe ciega, los dogmas de fe, las doctrinas impuestas bajo la intimidación del “temor de Dios” o la ortodoxia oficial que castiga como herejía todo aquello que no coincide con sus postulados. A los que durante siglos y aún hoy día se esfuerzan en transmitirnos esta visión obtusa y absurda de la fe hay que estarle agradecidos. No en balde, debido a ellos estamos en condiciones de entender mucho mejor el mensaje auténtico y trascendente de Cristo Jesús a propósito de la fe y sobre el que de inmediato volveremos.

Pero antes hay que preguntarse qué ha ocurrido para que históricamente se haya producido esta tergiversación de contenidos. Desde luego, ha habido personas y colectivos que conscientemente han influido en ello, dando a la fe la interpretación que más convenía a sus intereses terrenales, por más que los disfrazaran de celestiales. Sin embargo, el origen sustantivo de la confusión radica en la “Torre de Babel”, es decir, en las diferencias de lenguas y en sus distintas acepciones y construcciones sintácticas y gramaticales.

Debido a esto, cuando san Jerónimo (342-420) tradujo el Nuevo Testamento del griego al latín, no encontró mejor transcripción para el vocablo griego “pistis” que el término latino “fides”, esto es, “lealtad”; además, dado que “fides” carece de forma verbal, en lugar del griego “pisteuo” (formal verbal de “pistis”) usó el verbo latino “credo”. Seguro que lo hizo lo mejor que pudo y supo, pero, con el paso de los siglos, provocó que en idiomas derivados del latín, como el español, “la confianza, la perseverancia y el compromiso” reclamados por Jesús fueron sustituidos, como señala el Diccionario de la Academia de la Lengua, por la exigencia de “fidelidad” y el “asentimiento a la revelación de Dios”, convertido finalmente por la Iglesia romana en la primera de las virtudes teologales.

En cuanto a las lenguas anglosajonas, la reinterpretación de la fe vivió en dos fases. Primero, al traducirse la Biblia al inglés, “credo” y, por ende, “pisteuo” se convirtieron en “I belive” (“yo creo”) en la versión del rey Jacobo (1611); y se asocio al término “belief” (“creencia”), que en la época era entendido como “lealtad” a una persona a la que se está ligando por promesa o deber (por ejemplo, en la figura del caballero de Chaucer, cuando suplicaba a su patrón “accepte my bileve”, quería decir “acepta mi fidelidad, mi lealtad”). Posteriormente, este significado cambió. Concretamente, a finales del siglo XVII, cuando nuestro concepto de conocimiento se hizo más teórico, la palabra “creencia” empezó a usarse para describir el “asentimiento” a una proposición hipotética y con frecuencia dudosa. Científicos y filósofos fueron los primeros en utilizarla en ese sentido, hasta que bien entrado el siglo XIX también así quedó formulada en los contextos religiosos.

Por tanto, lo que el Maestro Cristo Jesús nos solicita no es “fidelidad”, ni “creencia”, ni “asentimiento”, sino “confianza, perseverancia y compromiso”. Esto es:

+Confianza: Su manifestación más genuina y acabada es la confianza en la Providencia. Y ello en el convencimiento pleno de la perfección de la Creación. Todo es perfecto y no ha lugar a preocupaciones ni sufrimientos, que no son sino muestras de engreimiento y vanidad. Vive en el presente, en el ahora, como las aves del cielo y los lirios del campo. Y no te identifiques con los apegos y anhelos materiales (bienes, poder, éxito, reconocimiento social, qué dirán,…) que, en vez de llenar tu vida, terminarán sepultándola bajo su peso.

+Perseverancia: Está íntimamente relacionada con el trabajo interior de cada uno para activar nuestro Yo Verdadero -nuestra dimensión espiritual, eterna e infinita- y permitir que tome las riendas de nuestra vida, en lugar del pequeño yo, el ego, que sólo se percata y vive para el mundo de “ilusión” (maya) de las formas materiales, el tiempo y el espacio (tercera dimensión).

+Compromiso: Porque el crecimiento espiritual –activación del Yo Verdadero-, si es tal, genera Consciencia de Unidad y, con base en esta, Amor Incondicional hacia todos y hacia todo. La quietud –contemplación, Ser- es también movimiento –acción, Amor-. Y éste se manifiesta en el amor al prójimo, la armonía con la Naturaleza y el Cosmos, la compasión y la “evangelizacion” (que no es otra cosa que dar lo que somos -y recibiremos lo que damos-). Cristo Jesús quería discípulos que se comprometieran con su misión, que dieran todo lo que tuvieran, que se negaran a dejarse obstaculizar por los lazos familiares, que abandonaran su orgullo y dejaran a un lado su engreimiento y su sentimiento de superioridad y que difundieran la buena noticia del Reino, que está dentro de nosotros mismos, a todos –incluso a las prostitutas y los recaudadores de impuestos- y llevaran una vida compasiva, no limitando su benevolencia a los seres “queridos” o las personas respetables y convencionalmente virtuosas.

Esta fe o “pistis” –conjunción perfecta de confianza, perseverancia y compromiso- sí que mueve montañas; y desencadena un potencial humano insospechado capaz de hacer realidad el “nada no es imposible” prometido por Jesús. La fe radicalmente cristiana no es, pues, una creencia, mucho menos un asentimiento, sino una vivencia directa e íntima de la propia divinidad que todos atesoramos en nuestro interior y que es la mejor fuente de experiencia y sabiduría: fe que busca la inteligencia (“fides quaerens intelectum”); fe para saber, o creer para entender (“credo ut intelligam“, en expresión de San Agustín). Porque, como indicó San Anselmo al hablar de la “operosa fides” y de la “otiosa fides“, la fe que no trata de entender es una fe ociosa.

Una fe que no sabe de iglesias ni de credos. Una fe inteligente, operante, viva, válida para comprender. Una fe que es el suplemento de conocimiento que nos proporciona la revelación interior a la que los seres humanos tenemos acceso. Revelación que no sucede aleatoriamente o por azar, sino que está ligada a la activación de nuestro Yo Verdadero (con perseverancia). Por lo que la fe, para que dé sus frutos, debe volcarse en una práctica cotidiana de la misma (Amor Incondicional, compromiso) que confirmará en el día a día la veracidad de lo que anuncia y ayudará a ahondar en ella mediante la elevación del nivel de consciencia.

Planteamientos que ayudan a interiorizar el mensaje que un grupo de monjes contemplativos católicos remitió al Sínodo de los Obispos, en septiembre de 1967, sobre la posibilidad de que el ser humano entable un coloquio con Dios. En él, frente a la idea imperante incluso entre muchos creyentes de que no es posible llegar a Dios -desconocido e inaccesible, “completamente Otro”-, muestran su convencimiento de que Dios “concede al espíritu atento y purificado el don de alcanzarlo más allá de palabras e ideas”, añadiendo que “la fe desemboca en la seguridad inamisible colocada en nuestros corazones por Dios mismo” y que “en el Espíritu hemos comprendido que en Él tenemos acceso a Dios por la fe reintegrados en nuestra dignidad de Hijos de Dios”. Y concluyen: “El conocimiento místico cristiano no es solamente el conocimiento oscuro del Dios invisible; es, en el encuentro de un amor personal, una experiencia de Dios que se reveló a fin de hacernos participar en el diálogo del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y, justamente, en la Trinidad de las Personas es en donde Dios se nos revela como completamente Otro y, al mismo tiempo, como más cerca de nosotros que cualquier otro ser”. En los apartados y capítulos se comprobará la veracidad de estos asertos.

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Continúa mañana domingo:

47. El Todo es Mente; la Creación es vibración

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29/10/10

VIERNES 29 DE OCTUBRE: NUEVAS ENTRADAS PUBLICADAS HOY EN EL BLOG

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¡Feliz viernes, que te deseo lleno de alegría y paz!

En el día de hoy, en el aquí y ahora, El Cielo en la Tierra pone a tu disposición cinco nuevas entradas, que podrás ir leyendo conforme vayas bajando por la pantalla de tu ordenador. Las encontrarás por este orden:

+Esto también pasará.

+Comparte con nosotros: “Somos” de José Luis González Cáceres.

+A una cristiana divorciada.

+Espacio, Tiempo, Conocimiento.

+El Amor es vuestra verdadera naturaleza.

Igualmente, bajando por la pantalla y a tu izquierda, hallarás la sección Archivo del blog, en la que podrás acceder a las entradas publicadas en días, semanas y meses anteriores, en total 1.496 desde el nacimiento del blog el 26 de junio de 2009. Y exactamente encima de esa sección, encontrarás el apartado BUSCAR EN EL BLOG, en el que, introduciendo una o varias palabras, localizarás todas las entradas que las contengan o estén a ellas referidas.

Con Amor

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Esto también pasará

Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte:

-Me estoy fabricando un precioso anillo. He conseguido uno de los mejores diamantes posibles. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total, y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis herederos, para siempre. Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo.

Todos quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos; podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos de desesperación total... Pensaron, buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada.

El rey tenía un anciano sirviente que también lo había sido de su padre. La madre del rey murió pronto y este sirviente cuidó de él, por tanto, lo trataba como si fuera de la familia. El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que también lo consultó. Y éste le dijo:

-No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje. Durante mi larga vida en palacio me he encontrado con todo tipo de gente y, en una ocasión, me encontré con un místico. Era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje –el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey-. Pero no lo leas –le dijo- mantenlo escondido en el anillo. Ábrelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación.

Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida: enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trotar de los caballos. No podía seguir hacia delante y no había ningún otro camino...

De repente, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso: Simplemente decía: “Esto también pasará”.

Mientras leía “esto también pasará” sintió que se cernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos. El rey se sentía profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido. Aquellas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música, bailes... y él se sentía muy orgulloso de sí mismo.

El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo:

-Este momento también es adecuado: vuelve a mirar el mensaje.

-¿Qué quieres decir? – preguntó el rey-. Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida.

-Escucha –, dijo el anciano, -este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso. No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero.

El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: “Esto también pasará” y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego, había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Se había iluminado.

Entonces el anciano le dijo:

-Recuerda que todo pasa. Ninguna cosa ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.

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Autor: Ligia Mora (ligia58@gmail.com)

Publicado: Escritores y Canalizadores


Comparte con nosotros: “Somos” de José Luis González Cáceres

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SOMOS


Somos vibración

cuando estamos, cuando existimos,

átomos indestructibles que trasmutan su energía.


Somos dimensión cósmica,

inflada realidad

que juega a ser materia transitoria.


Somos parte de un todo universal

regido por el deseo y el olvido.

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A una cristiana divorciada

No te conozco, pero tu rostro sufriente es el de muchas, y con eso me basta. También a Jesús le bastaría, pero él además conoce tu rostro y tu nombre, y si tú se lo permites, posará dulcemente sus labios en tu frente, y le contarás tus penas. Tú le harás feliz y él aliviará tus penas. Nada sé de ti sino el dolor de un amor frustrado (¿a quién le importan las razones?) y el doble dolor de no poder comulgar porque compartes tu vida con otro compañero; el Derecho Canónico te llama adúltera, y te prohibe acercarte a la mesa de Jesús.

Así de inhumano puede ser el Derecho Canónico cuando pone cualquier ley por encima de la carne que goza y sufre; cuanto más sagrada se considere, más perversa es la ley. Así de inhumana puede ser la Iglesia cuando alza los cánones por encima de las personas con sus penas y su dicha.

Yo te aseguro, amiga, que Jesús te besa en la frente y te dice: "¿Cómo puedes dudar en venir a recibirme, amiga mía, si soy yo quien siempre está deseando recibirte? ¿Por qué vacilas en compartir mi pan, si lo que más me gustó siempre fue comer con gente tachada de pecadora por leyes hipócritas, y por ello fui yo también condenado? Un día me sentí especialmente seguro del Dios de la vida, y me brotó del alma una sentencia redonda que los canonistas puntillosos jamás han entendido: El sábado es para el ser humano y no el ser humano para el sábado (Mc 2,27) (decir el sábado era para nosotros, los judíos, como decir la ley más sagrada e inviolable, ¡imagínate!).

Creo que, vagamente, tenía tu rostro ante mí cuando pronuncié esa máxima rotunda y feliz. Y fueron historias como la tuya las que inspiraron al profeta Isaías aquel oráculo divino que siempre llevé grabado en las entrañas: Misericordia quiero y no sacrificios (Mt 9,13). Yo no quise decir otra cosa en las parábolas de mis días más inspirados. No hagas caso, pues, de normas inhumanas, déjate llevar libremente adonde el corazón te guíe. Invítame, por favor, a tu mesa, y saborearemos juntos el pan y el vino santos de Dios".

Así te habla Jesús, amiga. Así hablaba a todas las personas heridas: Venid a mí, todas las que estáis fatigadas y agobiadas, y yo os aliviaré (Mt 11,18). Claro que no faltará quien te recuerde, con mejor o peor intención, que Jesús prohibió a un hombre separarse de su mujer e irse con otra, y a una mujer separarse del marido e irse con otro: Lo que Dios unió, que no lo separe el hombre (Mc 10,9).

Sí, es probable que Jesús hablara así, y no dejará de recordártelo cualquier canonista severo, y puede que algún clérigo sin entrañas te niegue ostensiblemente la comunión, cuando te acerques a la mesa de Jesús, hambrienta del cuerpo de Dios. No te aflijas por ello, no se lo tomes a mal, y busca en paz a alguien -serán innumerables- que te dé la comunión tan gustosamente como te la daría Jesús, porque él nunca se la negó a nadie, a nadie se negó, eso sí que no. Es más, el pan y el vino que compartes en casa con tu compañero, consagrados por vuestro amor, ya son para ti el mismo Jesús.

Y si te encuentras de frente con el clérigo o el teólogo inflexible, dile sin acritud y con firmeza: "Amigo, Jesús te ordenó solemnemente que, si te abofetean en una mejilla, presentes la otra (Mt 5,39). ¿Acaso lo cumples? Y si no lo cumples, ¿cómo es que vas a comulgar? Jesús te ordenó que, cuando un hermano tenga algo contra ti, no te acerques al altar sin haberte reconciliado primero (Mt 5,23-24). Yo tengo algo contra ti, porque tú me señalas con el dedo y me niegas la comunión y me hieres el alma. ¿Cómo te atreves a presentar tu ofrenda en el altar y a tomar el pan consagrado? ¿Te parece acaso que esos mandatos de Jesús son menos importantes que la indisolubilidad del matrimonio? Recuerda, amigo: Misericordia quiero, y no sacrificios. Y recuerda que el sábado se hizo para el ser humano y no el ser humano para el sábado.

Y comprende que si Jesús quiso que marido y mujer no rompieran, no fue para cumplir ningún mandato divino, menos aún para aumentar dolores en el mundo, sino en todo caso para ahorrarlos. Yo creo que Jesús nunca quiso salvar el amor en abstracto -¿tú quieres acaso defender los derechos del amor abstracto, del amor en general, o del amor por decreto? Un amor así yo no me lo puedo ni imaginar, ni puedo concebir que le guste a Dios-. Yo creo que a Jesús le interesaba solamente el amor de carne y nombre propio. Y creo que el dolor y la dicha fueron siempre su razón y su criterio".

Amiga, no te garantizo que con estos argumentos vayas a persuadir al canonista o al clérigo. Entonces, puedes decirles que si Jesús insistió en que la pareja -en aquel tiempo no había todavía "matrimonio canónico"- no se ha de romper, fue ante todo para que la parte más débil -entonces ciertamente la mujer- no se quedara tirada en el camino, pues aún no existían ni las calles. O puedes simplemente refrescarles la memoria, recordarles la historia, ante la que no resiste ninguna norma absoluta.

Puedes decirle, por ejemplo, que ya en los orígenes San Pablo y San Mateo, ellos al menos, admitieron excepciones para la supuesta "indisolubilidad" impuesta por Jesús: Pablo en el caso de parejas mixtas que no pueden vivir en paz (1 Cor 7,15), Mateo en el caso de "unión ilegítima" (Mt 19,9). Si ellos se permitieron esas excepciones -sobre cuyo alcance concreto no cesan de discutir los expertos-, ¿por qué nosotros no podremos permitirnos hoy las nuestras? Siguiendo su mismo lenguaje, ¿hay alguna unión más ilegítima que aquella en que el amor ya no existe y que no permite vivir en paz? Ésa es la pregunta decisiva, más allá de todos los cánones sagrados. Ése es el criterio evangélico, y por haberlo olvidado -y para salvar el cánon de la indisolubilidad-, nos hemos enredado en disquisiciones sobre la "nulidad" y en complejos procesos eclesiásticos cuyo desenlace depende directamente de las habilidades del abogado, las recomendaciones que uno tenga y los dineros que pueda uno gastar.

No, amiga. Es más sencillo. Dios nos llama a vivir en paz. Cuida el amor cuanto puedas, y cuando lleguen borrascas, procura salvarlo por tantas razones. Si amas y vives en paz con tu compañero o tu compañera, aun en medio de los conflictos cotidianos, eres sacramento de Dios. Pero si en tu primera pareja, por lo que fuera, han desaparecido el amor y la paz, habéis dejado de ser sacramento de Dios. Y si, en el incierto camino de la vida, has encontrado un nuevo compañero (o compañera, no lo sé), y se van curando tus heridas, y vuelves a amar y reencuentras la paz compartiendo el cuerpo y la vida, entonces eres de nuevo, sois de nuevo sacramento de Dios, aunque el Derecho Canónico te diga lo contrario.

Comulga en paz, amiga. Mastica despacio el pan en tu boca. Saborea a Jesús, a Dios, saborea la vida.

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Autor: José Arregui

Fuente: Espiritualidad Caminante

(http://wwwespiritualidadprogresista.blogspot.com)