Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2023-2024

Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2023-2024

31/12/16

Ave Fénix… trasmutación



Cuando los seres violentos conectan con la maldad interior,
surgen las heridas sangrantes
en una posesión del mí,
en un desarrollo maléfico.

Desean prensar a las almas,
desean doblegar el espíritu físico,
desean destruir emociones,
desean acosar, arrasar, descolocar.

En esa amplitud,
con un quehacer diario.
Sin desaliento posible.

Con estas sustancias adversas.

Como el Ave Fénix,
vas saliendo de las injusticias.

Exige ayuda,
exige cobijo,
exige el derecho de ser Tu-Yo.

Sigue elevándote sin pausa,
sigue agrupándote,
sigue al abrigo del calor, que te pertenece.

Colócate en el Amor,
colócate en la Paz,
colócate en la certeza de la Verdad.

Clama y repite Libertad.

Libérate del anclaje emocional,
libérate de los perjuicios,
libérate del rol violento.

Las tormentas mueven y airean
los maremotos, las aguas tumultuosas.
Los tornados, como espirales bambolean.

Alejar las adversidades en la vida, son propósitos de amor.
Los apoyos de los deberes conscientes,
son racimos de manos unidas:
enlazas en un punto y…
como cascadas van recorriendo y poblando grandes bellezas.

Tú eres ser bello;
tú eres triunfador;
tú eres primavera, con los alientos en ebullición.
Eres otoño sin caídas,
invierno sin recogimiento,
llegando al verano en esplendor.

Feliz, feliz con la caída de los lastres.
Feliz, feliz, siendo todo tú.

Me ofrezco, nos ofrecemos en la vida amorosa que nos pertenece.
Somos seres únicos en un TODO.
Ámate, Quiérete y, sobre todo,…

Libérate.


El Ave Fénix es una ave fabulosa, semejante a un águila, que según los antiguos era única en su epecie, perecía quemándose y renacía de sus propias cenizas. Símbolo de fuerza, purificación y renacer físico y espiritual.
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Autora: Asunción Vera (averacoines@gmail.com)
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30/12/16

Cuatro millones de vistas al blog "El Cielo en la Tierra": ¡muchas gracias a tod@s!


En la tarde de hoy, 30 de diciembre de 2016, el blog El Cielo en la Tierra ha alcanzado 4.000.000 de visitas directas, a la par que 9.500.000 a través de Google+, dejando atrás los 3.000.000 de visitas a las que llegó el pasado 22 de febrero:


Muchas gracias a tod@s los que habéis participado en su construcción y expansión y a los que os  habéis acercado a sus contenidos desde su creación, el 26 de junio de 2009. Desde entonces, han sido 2.780 las entradas publicadas.

Actualmente, el blog recibe una media de 3.500 visitas directas diarias y 100.000 mensuales. A través de la red social Google+, estas cifras más que se duplican.

Abrazos para tod@s y, de nuevo, ¡muchas gracias! 

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Emilio Carrillo en “La Escóbula de la Brújula”, de R4G


¿Solo existe un universo o varios? ¿Vivimos en eso que llaman Matrix? ¿Puede haber puertas, pasillos o túneles que nos trasladen a otra dimensión? ¿Acaso portales o ventanas que nos lleven a otro espacio-tiempo? Y en caso de existir, ¿son puertas físicas o virtuales? ¿Están fijas o son móviles? Preguntas que el ser humano se hace y ha buscado indicios, pruebas y explicaciones en la historia, las leyendas, la religión, la mística y la ciencia.

Con fecha 25 de noviembre de 2016, el programa La Escóbula de la Brújula, de R4G FM, contó con la presencia del economista y escritor Emilio Carrillo para navegar por esos posibles multiversos, a veces holográficos, donde conjugar ciencia y espíritu, siempre desde su personal perspectiva basada en la teoría y la experiencia.

Programa de altos vuelos (duración: 01:59:54) que tal vez sea real o no:


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29/12/16

El mundo que habitamos no es un "Valle de Lágrimas", por Emilio Carrillo



Vídeo breve (duración 00:09:06), editado y divulgado por Mindalia TV el 1 de diciembre de 2016, en el que Emilio Carrillo muestra como el mundo que habitamos no es un "Valle de Lágrimas".

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28/12/16

"Las Cuatro Nobles Verdades" de Buda: entrevista a Emilio Carrillo


En la tradición budista, la “iluminación” de  Siddharta Gautama y su transfiguración en Buda se liga al discernimiento sobre el sufrimiento…

        Realmente, entronca con una Sabiduría sin Edad y perenne que siempre ha estado ahí a lo largo de la historia de la humanidad. Pero sí, en el budismo se narra que lo primero que hizo Buda tras alcanzar la “iluminación” bajo el árbol Bodhi, hace aproximadamente 2.500 años, fue compartir las Cuatro Nobles Verdades, en las que el “duhkha” o “dukkha” ostenta un papel central. Y aunque este vocablo abarca una amplia gama de significados en su idioma original y carece de una traducción directa en las lenguas occidentales, todos ellos giran en torno a la noción de sufrimiento: malestar, dolor, tristeza, pena, descontento, desilusión, insatisfacción, incomodidad, intranquilidad, imperfección, fricción, aflicción, padecimiento, impermanencia, insustancialidad, pesar, frustración, irritación, presión, ir contra corriente, agonía, tensión, angustia existencial…

Y ¿qué enseñó Buda por medio de esas Cuatro Nobles Verdades?

        Lo expuso en su primer discurso, llamado Dhammacakkappavattana-Sutta (La puesta en movimiento de la rueda de la Verdad o Dharma). Estas son las Cuatro Nobles Verdades:

1ª. La noble verdad de dukkha: El nacimiento es dukkha, la vejez es dukkha; la tristeza, el lamento, el dolor, la pena y el desespero son dukkha; la asociación con lo que no se ama es dukkha; la separación de lo que se ama es dukkha; no conseguir lo que se quiere es dukkha. En breve, los cinco agregados del aferramiento son dukkha.

2ª. La noble verdad del origen de dukkha: El aferramiento que provoca el consiguiente devenir y que es acompañado por la pasión y el deleite, probándolo ahora aquí y ahora allí. El aferramiento al placer de los sentidos, el aferramiento a que algo aparezca, el aferramiento a que algo no aparezca.

3ª. La noble verdad del cese de dukkha: La disminución y cese del aferramiento, la renuncia, el abandono, la liberación, el dejar ir ese mismo aferramiento.

4ª. La noble verdad del camino de práctica que conduce al cese de dukkha o “Noble Camino Óctuple”: el correcto punto de vista, la correcta resolución, el habla correcta, la acción correcta, el modo de vida correcto, el esfuerzo correcto, la atención correcta y la concentración correcta.

Pensando en los lectores menos familiarizados con el magisterio de Buda, ¿podrías acercarnos más estas Verdades?

        Es muy sencillo, porque lo que Buda hace a través de ellas es describir un procedimiento médico que, siguiendo los usos de la medicina de su época, está configurado por cuatro fases principales: observación del síntoma de la enfermedad; diagnóstico de la misma; pronóstico de las posibilidades de recuperación; y prescripción de una receta o tratamiento. Eso sí, aquí no se trata de una enfermedad física, sino del “dukkha”, que es una enfermedad de más calado.

¿Cómo se concretan cada una de estas “fases”?

        La observación del síntoma se recoge en la primera de las Verdades: “El nacimiento es dukkha, la vejez es dukkha; la tristeza, el lamento, el dolor, la pena y el desespero son dukkha; la asociación con lo que no se ama es dukkha; la separación de lo que se ama es dukkha; no conseguir lo que se quiere es dukkha”.

        Con ello se muestra que el sufrimiento está siempre presente: la muerte de uno mismo y de los seres amados es sufrimiento; la enfermedad de nuestros seres queridos y la propia es sufrimiento; incluso la convivencia con los seres amados conlleva sufrimiento; etcétera. El síntoma del sufrimiento es la insatisfacción ante la vida; y conlleva la compresión de que toda existencia genera sufrimiento.

Tras la observación del síntoma, el diagnóstico…

        Centra la segunda de las Verdades: “El aferramiento que provoca el consiguiente devenir y que es acompañado por la pasión y el deleite, probándolo ahora aquí y ahora allí. El aferramiento al placer de los sentidos, el aferramiento a que algo aparezca, el aferramiento a que algo no aparezca”.

        Se pone así de manifiesto que el sufrimiento proviene de la postergación de nuestro “verdadero ser” y “naturaleza esencial” y la identificación exclusiva con el yo físico, emocional y mental y la personalidad a ello asociada. Tal aferramiento provoca la ignorancia consciencial acerca de lo que realmente Somos, de nuestra dimensión espiritual y divina. Y por esto, no percibimos la Felicidad que es nuestro Estado Natural –el “Bien-Ser” que Somos- y nos lanzamos fuera, al mundo exterior, a buscar desesperadamente un sucedáneo: el “bien-estar”.

¿La visión de un Dios exterior y la búsqueda del “bien-estar” en el exterior son la fuente del sufrimiento?

        La idea de Dios aún prevaleciente en la Humanidad, que es la de un Dios exterior, y la búsqueda del bienestar en el exterior, que orienta la vida de la mayoría de la gente, son el origen y la causa del sufrimiento humano.

La idea de Dios que todavía comparten mayoritariamente los seres humanos, creyentes o no creyentes, es la de algo o alguien exterior a ellos: los creyentes creen en ese algo o alguien y los no creyentes no, pero ambos comparto idéntica percepción de lo divino, algo externo y ajeno a ellos mismos. Esta percepción sumerge a hombres y mujeres en el olvido de lo que realmente Son: en la ignorancia de su “verdadero ser” y “naturaleza esencial”. Y el olvido e ignorancia de algo tan sublime les impide, a su vez, sentir la Felicidad o “Bien-Ser” que es el Estado Natural de nuestra naturaleza divinal.

        Al concebir un Dios exterior –para afirmarlo (creyente) o para negarlo (no creyente), da igual-, el ser humano se desune mentalmente de la divinidad que constituye su genuino ser y naturaleza y se contempla a sí mismo como algo separado de ella. La consecuencia directa es la identificación con un yo físico, emocional y mental, que realmente es sólo el vehículo que utilizamos para experienciar la vivencia humana. Es así como esa idea de Dios, que hacen consciencialmente suya la mayoría de las personas, las conduce a aferrarse a un yo y a una personalidad que no son reales, dado su carácter puramente instrumental, efímero y circunstancial, viviendo en un estado de “ensoñación” en el que no se percatan de la “naturaleza esencial” y divinal que todos, sin excepción, atesoramos y a todos, sin exclusión, nos caracteriza.

        Y desde esa inconsciencia se lanzan con vehemencia hacia fuera de ellas mismas –hacia el mundo y hacia los demás- en búsqueda del “bien-estar” (placer, contento, cuidado, protección, seguridad, éxito, conocimientos, reconocimiento,...), que no es sino un pobre sustitutivo de la Felicidad o “Bien-Ser” que constituye el Estado Natural –innato, espontáneo, que no necesita ser buscado ni hallado- de nuestro “verdadero ser”.

Dios exterior y bienestar en el exterior…

        La búsqueda del bienestar en el exterior es la derivación lógica de la visión de un Dios externo que impide a tanta gente percibir y constatar su “verdadero ser” y “naturaleza esencial” y divinal. Y esta búsqueda exterior de lo que de forma sublime y esplendorosa ya atesoramos en nuestro interior, se halla presidida por la inclinación vital y mental hacia el placer, que se plasma en un sinfín de deseos, anhelos, ansias, aspiraciones, pasiones y apegos.

        Se pretende la satisfacción aquí y allá. Sin embargo, cuando no la conseguimos, nos frustramos y ofuscamos (“mal-estar”), lo que produce sufrimiento. Y cuando sí la alcanzamos, no nos percatamos de que esa satisfacción momentánea (“bien-estar”) es intrínsecamente origen y preámbulo de más sufrimiento, pues el “bien-estar” es siempre algo inevitablemente pasajero y vendrá seguido de “mal-estar”.

        Además, por efecto de la polarización de las dicotomías, cualquier interpretación de las vivencias cotidianas en clave dual –ponerlas en un platillo (experiencias que consideramos mentalmente “positivas”) u otro (vivencias que estimamos mentalmente “negativas”)- provoca impactos en los dos bandos dicotómicos -en los dos platillos a la vez-, por lo que la búsqueda de contento crea igualmente dolor; la de cuidado, desprotección y soledad; la de conocimiento, incomprensión y desubicación; etcétera.

        El “mal-estar” y el “bien-estar”, aunque para la mente parezcan experiencias muy distintas, forman parte realmente de una misma experiencia y beben de idéntica fuente: la omisión de nuestro “verdadero ser” y “naturaleza esencial” y la identificación con un falso yo. ¿Lo “ves”?

¡Lo “veo”!. Y comprendo que la ruta que nos lleva al sufrimiento es una única ruta, pero cuenta con dos vías alternativas: el malestar y el bienestar. El malestar es la vía directa, sin parada, al sufrimiento. Y el bienestar es la vía que cuenta con una estación de tránsito: tal estación es precisamente la sensación pasajera de bienestar, que es sólo la antesala del sufrimiento

        La ruta única al sufrimiento, con las dos vías que mencionas, tiene un nombre: “experiencia dual”. El sufrimiento es la consecuencia automática y lógica de las actitudes y las acciones que desarrollamos en libre albedrío cuando nos apartamos de lo que Somos y buscamos en lo que no somos nuestro contento, cuidado, protección, seguridad, conocimientos, reconocimiento, satisfacción, placer,... Y aunque tales actitudes y acciones, en su desenvolvimiento, parecen seguir caminos radicalmente distintos –malestar o bienestar-, realmente parten de un mismo punto de salida –el olvido de lo que Somos- y conducen inexorablemente a un mismo punto de llegada: el sufrimiento.

        Bajo todo ello subyace el aferramiento a lo físico y material, la consiguiente percepción de la “realidad” por la única vía de los sentidos corpóreo-mentales y, derivado de ambas cosas, el encumbramiento del ego y la ignorancia acerca de la impermanencia e interdependencia de cuanto nos rodea.

        Olvidamos nuestra “naturaleza esencial” y divinal, nos identificamos con una “naturaleza egocéntrica” y creemos ilusamente que algún acto, logro, objeto, persona o entorno propicio nos llevarán a la satisfacción permanente del “yo”, cuando el "yo" en sí no es más que una fabricación impermanente de la mente.

Es una pescadilla que se muerde la cola; una pesadilla que se enrosca sobre ella misma. Y responsabilizamos a los demás o a factores externos por el sufrimiento que hay en nuestras vidas, en vez de darnos cuenta y asumir que son nuestras actitudes y acciones personales las que generan ese sufrimiento y que la vida de cada uno es cien por cien responsabilidad de cada cual.

Y esta enfermedad, el sufrimiento, ¿tiene cura?

        En la tercera de las Verdades, Buda afirma que sí, que el sufrimiento puede ser vencido: “La disminución y cese del aferramiento, la renuncia, el abandono, la liberación, el dejar ir ese mismo aferramiento”.

        La sanación de esta enfermedad es posible por medio del recuerdo y el reencuentro con lo que Somos, lo que provocará paulatinamente la disolución del deseo, la liberación de los anhelos y los rechazos, la eliminación de los apegos y las renuncias y, en definitiva, el abandono de toda búsqueda de bienestar, no dándole acogida en nosotros.

        Esto exige la auto-observación: introspección para detectar lo que nos impulsa a desear cosas y a perseguir nuestro cuidado y contento. Así hasta lograr lo que San Juan de la Cruz expone en el cierre de su Noche oscura: “Dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado”.

        Por tanto, el sufrimiento tiene cura: desaparecerá de nuestras vidas cuando dejemos nuestro cuidado y contento (la querencia de bienestar, en cualquiera de sus manifestaciones) entre las azucenas olvidado. Esto exige Confianza: dejarse fluir (“Vivir Viviendo”) con absoluta Confianza en la Providencia, en la Vida, en cuanto Es (Perfecto) y Acontece y en la Sabiduría innata –muy superior a cualquier tipo de conocimiento- que todos atesoramos en nuestro interior.

        Y esta Confianza surge y se nutre, a su vez, del “cesar de ser yo”: la única forma de escapar de la insatisfactoriedad de la vida es enfrentarnos de manera directa a esta condición insatisfactoria, que siempre se dará y existirá mientras caminemos por la vida negando nuestro “verdadero ser” y con los zapatos del falso “yo”. Al mirar de frente esta realidad, entenderemos cómo es y sabremos las causas del sufrimiento y qué hacer para que no surjan.

Y llegados aquí, sólo queda la cuarta fase del procedimiento médico…

        La cuarta de las Verdades. Se trata del “Noble Camino Óctuple”: 1. Comprensión correcta; 2. Pensamiento correcto; 3. Palabra correcta; 4. Acción correcta; 5. Ocupación correcta; 6. Esfuerzo correcto; 7. Atención correcta; y 8. Concentración correcta.

        Este “Camino” conlleva método y atención interior para centrarnos en nuestro “verdadero ser” y “naturaleza esencial” y no volver a buscar el “bien-estar”.

        La práctica del silencio y la meditación son muy importantes para esto. Y, sobre todo, conseguir que nuestras actitudes en el día a día –y las acciones que de ellas derivan- estén llenas de Amor, impregnando con su Frecuencia cualquier hecho, situación o circunstancia de la vida cotidiana. Para ello se requiere consciencia y vivir en el aquí-ahora, con nuestro componente emocional equilibrado y en armonía y con la mente a nuestro servicio y centrada en el momento presente.

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Se flexible o la rigidez te hará quebrar, hasta matar


Un buen ejército, cuanto más quien lo dirige, sabe, si está bien instruido, que no se pueden mantener las filas rígidas sin oscilar, dado que el combate es móvil y se presenta en diferentes frentes. Hay que adaptar las situaciones; y, cuando es necesario, adaptarse a ellas sin ser esclavos de las mismas, procurando esquivar la inercia de las hostilidades, evitando el envite que no se busca a sabiendas que el gobierno de la lucha ha de estar en manos propias, no del adversario.

En la vida ocurre algo similar. Cuando se mantienen posturas inamovibles, que para remate son ilógicas y sin base sólida, los envites que llegan hacen crujir la moral y la voluntad. Entonces el desatino se apodera de tu destino. Se convierte en tu mal. Todo por no estar dispuesto a negociar, a entablar acuerdos, a buscar el diálogo sostenido. Cuando la rigidez de los planteamientos es manifiesta, es también manifiesto el hundimiento.

Hay que saber y estar dispuestos a modelar, a modificar… De lo contrario, te encontrarás de continuo en un mar de desaciertos. Y no estoy diciendo que se haya de cambiar de opinión, al contrario, sino de saber cambiar cuando la razón no te asiste, cuando no se posee y no se basa en nada que poder defender.

Por el contrario, sí invito a forjarse unas bases sólidas y firmes desde las que plantear batalla, si llega el instante.
      
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Autor: Deéelij
Ver su libro Alas sin plumas (Ediciones Ende, 2016):
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27/12/16

Ausencia de mí


Vivo ausente…
En este cuerpo de vida.
Y en este cuerpo de muerte.

Noto que ya no estoy.
Me diluyo en lo vivido,
en lo experimentado,
en lo aprendido.

No es que yo conozca…
Es que “es conocido”.

He pasado, por tanto,
al modo subjuntivo.

Lo vivido y la que vive.
Ya no son dos… son, simplemente, lo mismo.

Lo vivido de este modo
no tiene ya formas personales.
No soy yo, ni tú…
Es la vida “fuera de la vida”.
Y, a la vez, tan dentro
que la vivo como si fuera mía.

Como algo prestado,
desconocido…
Observando con curiosidad
los sucesos de cada día.

No es por mí, no es cosa mía.
Me trajeron a la vida.

Ahora en mí la vida
es sentida;
es amada, no querida;
es vivida, no poseída.

No es que esté preparada para la muerte.
Es que me estoy preparando para la vida.

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Autora: María Ferrer (mariafconciencia2@gmail.com)
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26/12/16

Hasta que la muerte nos una…


La gente confunde el morir con el nacer. Es por ello que cuando alguien parte de esta existencia, se lamentan, lloran y extraen de la guarida del recuerdo lo único que en verdad ha muerto: el pasado de alguien que hoy es eterno presente.

Cuando la muerte llega, nos despoja de lo temporal y nos corona con el regalo de lo permanente. Morir es el nacimiento del puro Ser, que se libera de la última cáscara del ego, que se dispone a surcar en auténtica libertad los confines de la existencia.

¿Qué es muerte sino la Vida transformándose, mutando? A pesar de que en tus sentires una profunda angustia construya su morada en tu pecho, no es sino la nostalgia del recuerdo, la añoranza del regreso a casa, alegría disfrazada. ¿Comprendes ahora que el partir no es más que el reencuentro con la fuente creadora de todo lo que existe?

Eres un recipiente vacío, ansioso por ser colmado. Es el beso de la muerte en los labios de los hombres, como el néctar a la abeja, como la lluvia al desierto, como canto a los pájaros.

A mi muerte te pido que, en lugar de propinarme angustia y tristeza, me celebres con una fiesta y con el color de una bella melodía alegre, pues es mi encuentro con el eterno lo que me espera al atravesar el muro de la existencia.

¡No llores por mi partida, lo que has visto de mí no es más que el sucio ropaje de un Alma pura y clara que a Él le pertenece! ¡Morir es ser besado por la gloria de la eternidad! ¡Morir es ser Espíritu, despojado del peso de la forma! ¡Morir es regresar a casa!

¿Te parece esto acaso un motivo de lágrimas? No claudiques ante lo que en verdad es una bendición disfrazada… Que las lágrimas derramadas y los lamentos esparcidos al viento sean en honor a este nuevo nacimiento, a la liberación de las garras del mundo.

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Autor: Alejandro Gatti
Enviado por: Encarga G M (noska1952@gmail.com)
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25/12/16

Navidad es cuando...


Navidad es cuando descubrimos lo que somos,
nuestro ser verdadero.

Navidad es cuando, cada mañana, desde el amor,
nos abrimos a gestionar lo que la vida nos traiga ese nuevo día.

Navidad es cuando vivenciamos que los otros son solo actores,
representando su papel, como nosotros mismos, en el Gran Teatro de la Vida.

Navidad es cuando descubrimos, y gozamos con ello,
que sabemos poco y, de lo poco que sabemos, sabemos poco.

Navidad es cuando nos sumergimos, con naturalidad,
en el Gran Misterio de la existencia y el Universo.

Navidad es cuando nos adentramos en el silencio
del no-ser para llegar a Ser; y viceversa.

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Autora: Concha Redondo (concharedondo@gmail.com)
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Por debajo de lo que percibimos hay algo más poderoso y fundamental y, desde luego, más real, aunque sea totalmente intangible (Recordando lo que es: 74)


En la anterior entrega de Recordando lo que Es, dentro del replanteamiento de lo que se entiende por real que está llevando a cabo la ciencia contemporánea y su conexión con lo percibido y divulgado por antiguas culturas y tradiciones espirituales, se abrió la reflexión acerca de que por debajo de lo que percibimos hay algo más poderoso y fundamental y, desde luego, más real, aunque sea totalmente intangible. Esto es precisamente lo que la física está revelando: en el núcleo del mundo material y cuanto lo compone hay una realidad no física que puede ser denominada ondas de probabilidad, información, consciencia... Así, el físico Jeffrey Satinover ha señalado: “La materia, sea lo que fuere, no tiene nada en esencia; es completamente insustancial. Lo más sólido que se puede decir sobre ella es que se parece mucho a un pensamiento; es como una pizca de información concentrada”. Una nueva forma de comprensión de lo real que tuvo uno de sus más notables pioneros en el filósofo inglés Herbert Spencer, nacido en 1820, quien postuló la existencia de una “energía infinita y eterna de la cual proceden todas las cosas”. Línea de investigación que ha ido evolucionando con aportaciones como las del genial físico, matemático e ingeniero Nikolas Tesla -señaló que en el núcleo de lo material hay una realidad no física que se expresa como vibración y tiene su razón de ser en información, consciencia o pensamiento- o el antropólogo y lingüista Gregory Bateson -llegó a afirmar que “la mente es la esencia de la vida”-. Gracias a científicos como ellos, en el siglo XXI se empieza a describir la realidad substancial de cuanto existe como energía vibratoria asociada a alguna modalidad de información. La Teoría de Cuerdas, por ejemplo, sostiene que las partículas fundamentales no son puntos, como ha mantenido la teoría de partículas convencional, sino cuerdas, objetos extensos y vibratorios. Para el físico David Gross, premio Nobel y uno de los máximos expertos en dicha teoría, partículas como el electrón o la radiación electromagnética corresponden sencillamente a las vibraciones de menor energía. En palabras de Fritjof Capra, prestigioso físico fundador del Instituto Elmwood, “no resulta inverosímil pensar que todas las estructuras del Universo (desde las partículas subatómicas hasta las galaxias y desde las bacterias hasta los seres humanos) sean manifestaciones de la dinámica auto-organizadora del Universo, que hemos identificado como la Mente Cósmica”.

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Una nueva entrega de Recordando lo que Es se publica en este blog cada domingo.
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24/12/16

Adopta en Puntanimals (o en cualquier otra protectora de animales) y ¡Feliz Navidad!




No compres animales, ¡adóptalos!:


Además, ¿por qué no apoyas y te haces socio de una las muchas protectoras de animales actualmente en funcionamiento? Seguro que cerca de donde vives hay una que necesita tu ayuda.

Si no se te ocurre ninguna, puedes colaborar con la protectora Puntanimals, que ha realizado este magnífico vídeo y desarrolla una estupenda labor en el rescate y cuidado de animales abandonados gracias al apoyo de sus socios y al trabajo desinteresado de voluntarios:


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Respiramando


Los 10 "Amamientos"

1- Ama tu cuerpo... Es tu herramienta de presencia aquí.

2- Ama tu mente... Es tu sistema operativo y administrador de datos.

3- Ama tu corazón... Es la llave a tu origen y código de conexión.

4- Ama tu alma... Es condensación del Universo que asoma a esta existencia.

5- Ama tu planeta... Es escenario de tu experiencia como ser caminante sobre él.

6- Ama a tus hermanos... Son expresiones de ti.

7- Ama al VACIO... Está lleno, esperando darte incondicionalmente lo que habita en ti.

8- Ama al OM... Primera expresión de ti y de todo lo que conoces y desconoces.

9- Ama al SILENCIO... Cuna del primer movimiento y amor absoluto, la primera inhalación del  universo.

10- Ama.... Hasta confundir Amar con respirar.

... Y date cuenta que para AMAR a tu cuerpo, a tu mente, a tu corazón, a tu alma, a tu planeta, a tu hermano, al vacío, al OM y al silencio en esta experiencia humana sólo hace falta estar RESPIRANDO.

Amar... Amor...

       Llegar a amar lo que haces en ocasiones nos lleva a pensar en la búsqueda de hacer lo que nos llena... ¿Y si esto fuera al revés?... Y si llegar a amar lo que haces se tratará de cambiar nuestra perspectiva sobre lo que estemos haciendo.? Indiferentemente de que sea lo que nos gusta o lo que no… Convertir cada movimiento en algo divino...

       En realidad, quizás con sólo hacer algo lo hacemos desde el amor, pues eso es lo que somos... Veo que una cosa es vivir desde el amor, lo cual es inevitable, y otra sentir el amor como emoción... Creemos que tenemos que Amar entendiendo esto como una acción, cuando el AMOR, a mi entender, se daría con sólo una respiración...

       Así pues, si somos conscientes de que EL AMOR es la matriz de absolutamente todo lo que nos rodea (por tener el mismo origen y, por consiguiente, ser lo mismo), a partir de ahí podríamos percibir lo sagrado de cada situación, escenario, escena, vivencia, etcétera que se dibujará en el día... Pero, claro, la mente -sistema de gestión, calificación, clasificación, organización y archivo (y, para ello, basada en un sistema de contraste)- le cuesta ver la naturaleza divina de algo que es "incómodo, desagradable, feo, injusto", etcétera...

       En resumen, podemos amar desde la mente o podemos simplemente recordar nuestro origen y reconocernos a través de lo que nos rodea, percibiendo EL AMOR... Y, así, aceptar e, incluso, ver lo grandioso que existe en "esas tareas": trabajar, barrer, ordenar, madrugar, pelar patatas... o lo que sea...

       Conseguir que tus ojos no crean en la neblina, que te dejen ver la PERFECCIÓN Y BELLEZA de lo que te rodea en ese aquí y ahora, sin permitir que eello quede oculto sólo porque tu mente tenía planificado estar en otro lugar haciendo o viviendo otra cosa... o porque muy sutilmente esté viajando al pasado para comparar... o al "como deben ser las cosas".

       Amar es viajar en cada aquí y ahora conscientes de quien somos... sabiéndonos hermanos de hasta de esa ráfaga de viento que nos roza.

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Autora: Sisi Bocanegra (sisibocanegra@gmail.com)
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23/12/16

Vïdeo "Sexualidad Sagrada: Segunda Parte", con Carol Rodríguez y Emilio Carrillo



     Vídeo (duración: 01:43:20) del programa de Recuerda TV titulado Sexualidad Sagrada: Seguda Parte, emitido con fecha 16 de diciembre de 2016, en el que Carol Rodríguez Emilio Carrillo dialogan y comparten sobre dicha temática. Actúa como moderador Enrique Álvarez, presidente de la Fundación Espató.

     La primera parte fue emitida con fecha 11 de noviembre de 2016 y puede accederse a ella a través de este enlace:

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En esta Navidad, trae un nuevo libro a tu vida


Desde Adaliz Ediciones deseamos una Feliz Navidad a tod@s l@s seguidor@ de El Cielo en la Tierra. Y os animamos a que, aprovechando estas fechas tan entrañables, traigáis un nuevo libro a vuestra vida y a la de vuestros seres queridos.

Por ejemplo, uno –o ambos- de los dos de Emilio Carrillo que hemos publicado hasta ahora:

+Sin mente, sin lenguaje, sin tiempo:

+Ojos nuevos:

Y para que te sea más cómodo y sencillo, te lo hacemos llegar a tu propia casa sin ningún gasto de envío.

¡Feliz Navidad y un fantástico Año Nuevo!

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21/12/16

Un ciego es quien mira fuera de sí


Amor... El Amor te abrirá las puertas de la comprensión, la empatía, la compasión y el perdón. Te llevará a un mar en calma, a un mundo de flores, a esencias luminosas, a un corazón henchido...

Rencor... Mientras persistas en el odio, en el enojo hacia los demás, en encontrar y sublimar diferencias que mancillar, en algo que pinchar… ¡perdido seguirás!

¿Qué puedes hacer?

Conocerte a ti mismo. Tomar consciencia, observándo desde la aceptación, no desde el rechazo, lo que se mueve en tus esferas emocional y mental para, de este modo, mutar en frecuencia de Amor la vibración de las actitudes y acciones de tu vida cotidiana.

Escrutarte, realizar una intronspección y perforar el rencor que impide, como si de una venda sobre tus ojos se tratara, otear el Amor que te contiene, que te hizo, que te ama infinitamente...

Conócete y deja de querer llegar a ninguna parte mirando afuera, buscando afuera, de ti siempre fuera... ¿No estás cansado de tanto viajar?, ¿no hay algo en ti que te llama a volver al Hogar?

La verdad, y es verdad, dentro la tienes. No hay más; ni menos. Tu tesoro, el mayor de los inimaginables, se halla en ti, no fuera de ti, y se llama Divinidad.

Créeme, nunca te engañaría. Siempre he apostado por ti. Sois mi cielo, lo que he de custodiar y mimar.

Un día te contaré mi gran falta y responsabilidad hacia Vos, mi Amor. Y compartiré contigo cómo pude alcanzarme de nuevo, reencontrando lo que soy y somos, tras perderme en el desconcierto… Sólo el Amor lo hizo posible. Sólo el perdón lo hizo llegar a mí; y, ahora, a Vos.

Un día te contaré cómo me perdoné para amarme y cómo, con ello, llegué a adorarte.

Pero aquí-ahora te toca a ti. Tú juegas... Es el momento de que pongas en marcha tu transformación para desarrollar todos tus potenciales y, simplemente, ser lo que eres. Es el momento que, desde el Conductor (Yo Superior, Ego Espiritual...) que eres, tomes el mando del coche que utilizas para experienciar esta vivencia humana y pongas a punto y en condiciones de perfecto funcionamiento sus componentes físico, emocional y mental, es decir, todo eso que configura la personalidad, el traje con el que te paseas por esta vida y en este mundo. 

Ámate para poder Amar. Conócete para poder Saber. Céntrate en ti para poder Vivir.

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Autor: Deéelij y Emilio Carrillo
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20/12/16

El castillo de arena


La familia había esperado con gran expectación este día. Desde hacía semanas, se planeaba esta salida a la playa. El niño apenas había podido dormir la noche anterior, dentro de él, bullía una mezcla de alegría y nerviosismo. Sus salidas preferidas eran las que incluían un día de playa. Le encantaba chapotear en el agua y zambullirse en el agua límpida del mar.

El trayecto hasta el tan deseado destino, se le antojó larguísimo. Era tal su ansiedad por arribar al punto deseado que se pasó todo el camino, moviéndose de manera compulsiva en el asiento del automóvil. Finalmente para alegría y descanso de los padres, se divisó al horizonte el mar. La atmósfera adquiría el tan conocido olor salino y los ojos de la criatura parecían quererse escapar de su ubicación.

No habían aparcado todavía, cuando la puerta trasera se abrió rápidamente y el crío ya ponía un pie en el pavimento del aparcamiento. El padre, alzó su voz por encima de todos los sonidos exteriores, prohibiendo taxativamente al muchacho que se apeara del auto. Este contratiempo, injusto a todas luces, bajo el prisma personal del niño, no le restó en modo alguno ni un ápice de emoción, a la aventura que se presentaba y se forjaba, en la mente del pequeño. Cuando el pote de hojalata, nombre con el cual designaba al coche de su padre, se hubo detenido, esperó “pacientemente” a la señal del cabeza de familia, para, por fin y después de una eternidad, poder bajar a tierra firme. Oteó el horizonte, quedando extasiado por el retumbar de las olas y la brisa tibia de aquel soleado instante.

La familia se dirigió hacia un punto determinado de la extensa playa. Colocaron la sombrilla y las toallas. El niño ardía en deseos de zambullirse en las aguas que rompían ante él. Era un espectáculo maravilloso, observar aquel brillo esplendoroso en la mirada de la criatura. Su padre lo agarró de la mano y caminaron hasta la misma orilla de la playa. El agua gélida del mar, comenzó a besar suavemente los piececitos del niño. Estaba encantado de sentir aquel cosquilleo y decidió avanzar un poquito más, hasta que el agua bañó sus rodillas. Estaba encantado de la vida y cada momento era un regalo maravilloso para sus sentidos. Tan solo ocho años de vida, pero vividos intensamente, se decía así mismo. Finalmente no pudo aguantar más y se zambulló de golpe en aquellas aguas de color esmeralda. ¡Que maravillosa y gozosa sensación!, pensaba. Naturalmente, su padre no le había dejado adentrarse en demasía, aunque portara unos manguitos. Esto le fastidiaba, porque le confería un halo demasiado infantil para su gusto. Pero nada podía hacer al respecto; si no llevaba manguitos, no había chapuzón.

Después de una larga estancia en el interior del mar y saliendo más arrugado que una pasa, llegaba el momento tedioso y aburrido de tumbarse en la toalla, para poder secarse y no agarrar demasiado frío, según palabras textuales de su mamá. Tras una eternidad, según el reloj personal del crío, se le concedió la autorización para poder jugar con la arena. Sacó su juego de cubo, pala y rastrillo. Comenzó a escarbar la arena y a formar montículos con ella. Lo tenía decidido, ¡construiría un castillo!

Marchó hasta la orilla y llenó el cubo de agua. Mojó una y otra vez la arena, hasta que decidió que la textura de la misma, era la idónea, para comenzar su obra “arquitectónica”. Modelaba con gran soltura la arena y sus manos iban dándole forma a un enorme castillo. De vez en cuando mojaba la arena, para conferirle la suficiente dureza y que aquella “magna” obra no se viniera abajo a las primeras de cambio. Era tal su concentración, que no se había apercibido, que todos aquellos que pasaban por su lado, quedaban atónitos ante aquella preciosa obra de arena. Él continuaba ensimismado con su trabajo, ajeno a todos los comentarios de la gente. Después de mucho quitar aquí y poner allí, dio por terminada su obra. La verdad, había quedado bastante bien; se decía para sí. Fue a buscar sus juguetes.

Era el momento de disfrutar de una aventura medieval; aunque el apuesto caballero, había sido cambiado por un tal, Toro Sentado y las lanzas y escudos, suplidos por rifles y pistolas. Allí se dieron cita enormes batallas, infinitas muertes y resurrecciones. Las heridas se curaban rápidamente y los indios se hacían dueños del castillo una y otra vez. Su padre observaba desde la distancia aquella preciosa estampa: El niño ensimismado en su juego, feliz y despreocupado, creando una y mil historias. Además, se sentía orgulloso de su vástago; todos se maravillaban del precioso castillo que había modelado su pequeño.

Se acercaba la hora de partir y se debía comenzar a recoger. Ciertamente, el padre sentía un poco de tristeza por interrumpir el juego del niño. Pero por otra parte, pensó: Aquí quedará constancia del genio artístico del muchacho, a través de este castillo de arena.

Tras haber guardado todas las pertenencias la madre comenzó a llamar al crío. Se encontraba tan absorto en su batalla, que no oía la voz de su madre. Finalmente, el padre se acercó hasta él. Le tocó en el hombro y le dijo:

-Cielo, es hora de marcharse.

El niño salió de su mundo onírico, mirando de forma ausente al padre, le respondió con un hilo de voz:

-Ahora voy, papá.

Comenzó a recoger sus pertenencias, limpiando cuidadosamente sus intrépidos y valerosos guerreros. Cuando ya se encontraban todos sus valientes, en el interior de la bolsa, se quedó observando detenidamente su obra. El padre, a corta distancia, seguía mirando con gran satisfacción el castillo de arena que con tanto esfuerzo había construido su hijo. Se sentía orgulloso de él. Sin duda alguna, pensaba, será un gran artista; tiene madera de escultor. Mientras el padre se regocijaba en el futuro tan glorioso de su retoño, este, continuaba observando el castillo de arena fijamente...

Súbitamente, un brillo cruzó por su mirada y una tenue sonrisa se contorneó en su rostro. Sin pensarlo dos veces, saltó hacia delante, cayendo encima de aquella magnífica obra, esculpida con tanto mimo. Una y otra vez saltó sobre él, hasta dejarlo totalmente derruido. El padre quedó en estado de shock. No podía dar crédito, a aquella imagen que se presentaba delante de él. Tras reponerse del estado inicial de estupefacción, se dirigió hacia su hijo, pidiéndole una explicación del por qué de aquella acción:

-¿Pero que haces?- le dijo en tono aireado.

El muchacho se encontraba ensimismado en su particular tarea de destrucción. Haciendo caso omiso del padre. Es más, por el gesto que reflejaba su rostro, ¡se lo estaba pasando en grande! Riendo a mandíbula batiente, saltaba y saltaba, ajeno de la presencia del padre. Finalmente, el padre lo agarró por el brazo, zarandeándolo fuertemente, para sacarlo de aquella vorágine destructiva.

¿Qué haces?- le volvió a preguntar.

La cara del crío era la sorpresa manifestada en toda su amplitud. Su mirada se encontraba ausente, perdida en el espacio interior. No entendía, aquella reprimenda de su padre. Finalmente miró hacia donde provenía la voz iracunda y se quedó mirándolo fijamente. No movía ni un solo músculo. Nuevamente, el progenitor del muchacho habló:

-No entiendo que haces. Tanto tiempo y trabajo invertido, para luego acabar con él, en un abrir y cerrar de ojos. ¿Puedes explicármelo?

Al fin el niño, atinó a vocalizar unas palabras:

-¿Explicar?, ¿el qué?- dijo entre susurros.

-¡Tú forma de actuar!, ¡a eso me refiero!-contestó a gritos su padre.

-No te entiendo papá. Tan solo jugaba- dijo el muchacho con suave voz.

-¿Tan solo jugabas?- repitió atónito el padre.

-Sí, jugaba- afirmó contundentemente el niño.

Su padre no entendía aquella contestación, tan simple y directa. Antes de que pudiera articular palabra alguna, su hijo prosiguió con su explicación:

-Cuando construía el castillo de arena, me divertía hacerlo. Cuando se acabó de construir, me divertí inventando batallas. Y, cuando me llamaste para irnos, me divertí destrozándolo... Es solo un juego, lo hago por diversión. ¿Es que hay algo más a parte de poder divertirme con ello?

Ahora era el padre quien se había quedado sin habla. De la forma más simple y sencilla, había sido aleccionado por un niño de ocho años. No existía rastro de satisfacción personal, ni de orgullo. Ni tan siquiera, apego a lo construido; tan solo se trataba de divertirse, de jugar, de disfrutar ese momento. Una sonrisa preciosa iluminaba el rostro de la criatura y una voz resonaba en el interior del padre:

Es solo un juego. La vida tan solo es real, cuando las cadenas de la personalidad, del apego y de la identificación con un personaje ilusorio, son destruidas por la claridad de lo evidente y despiertas a la realidad prístina y original de tu verdadero SER”

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Autor: Matías Márquez (gaudapada@hotmail.com)
Fuente: De su libro Alma embriagada (Editorial: Visión Libros)
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